La noche cae sobre tus clavículas mientras te vistes de blanco y sonríes a la luna de las noches en vela. Y lo único que consigues es bailar con ella, sin ti. Luna, que sigues al pie del cañon, de noche en noche, de juerga en juerga, de cama en cama, de vida en vida, de boca en boca, de susurro en susurro, de ti en mí. Creces, desesperada por ver, por liberar(te), por vivir, por crecer, por sentir, por soñar, por creer. Pero los besos de los que nunca vuelven se quedaron en tus clavículas, pequeña, latiendo como un disparo a quemarropa, quemando como el hielo, susurrando palabras de odio y desamor. Desamor, ¿de verdad existes o eres tan solo un invento para hacerlo todo más bonito o menos auténtico? ¿Qué importa? ¿Algo realmente importa? Tú sigues tan tú, y yo sigo quitandome de mí mismo.
La noche cae
sobre tus clavículas
como vistiendo primaveras.
Y yo, solo yo.