OHANA SIGNIFICA FAMILIA, FAMILIA QUE NO SE OLVIDA Y QUE SIEMPRE ESTARÁ JUNTA.
Nos querremos mas que a nadie pa' que no corra ni el aire entre tú y yo.

jueves, 30 de agosto de 2012

No quieras querer.

Pero, ¿y esto? Esta chica estaba loca, estando a menos de 1 metro de mí Rebe me estaba llamando. Colgué, e hice como que hablaba con mi madre, que me preguntaba donde estaba y que necesitaba que fuera. Acabé de interpretar este ridículo papel y me volví hacia ellos. "Lo siento mucho desconocido, pero me tengo que ir, osea que ya otro día nos vemos." Nos levantamos y salimos. Él clavaba la vista en nosotras. Nada más salir Rebe me miró y soltó a voces "¡Dios mío! ¿Quien es ese tío y por qué no me lo presentas?" Bien, amaba la capacidad de discreción de mi amiga. Me reí, no podía hacer otra cosa, dije "Anda boba, te cuento de camino". Más que unas preguntitas eso fue un tercer grado, valdría para policía si fuera menos alocada y más discreta. "¿Cómo lo has conocido? ¿Hace cuánto? Está bueno, ¿verdad? ¿Va a la clase de Sociales, ¿no? ¿Te gusta? Pues hacéis buena pareja... ¿Y por qué no me lo has presentado?" La quería mucho, pero cuando se ponía así me daban ganas de coger su bolso y metérselo en la boca, a pesar de ello contesté a todas y cada una de sus preguntas.
Hasta que al fin llegué a casa, y nos despedimos con un abrazo, como siempre. Pasé por delante del salón y saludé a mi madre que andaba leyendo una revista. Subí las escaleras y llegué a mi habitación. Para mí era mi refugio, mi escondite secreto, mi lugar lejos de un mundo que hace mucho ya no entendía. Mi cadena de música y su eterna y espectacular lista de reproducción, Marea, La Fuga, Extremoduro, Platero, Nirvana, los Guns, los Rolling, un desahogo de mi vida hecho enteramente de canciones, mis canciones preferidas, las que más me entienden.
Aleatorio, al igual que mi vida y mis amores de una noche, dos como mucho, play. "Catorces vidas son dos gatos" de Fito y fitipaldis. No, esta canción ahora no, mierda, ya me estaba dando el bajón, comenzaban mis rayadas. En un esfuerzo por dejar de pensar en todo encendí el ordenador y entré en mis redes sociales, twitter y tuenti, 5 mensajes privados, 2 comentarios, 3 fotos que le gustaban a la gente y una petición de amistad. Contesté a todo y fui a ver la petición aunque ya me imaginaba su procedencia, Alex. "¡Hola chica! Te recuerdo que aún me debes un batido con tu compañía, pero si quieres lo cambiamos por una cena. Tu amiga Rebeca me ha chivado la dirección. Paso a buscarte sobre las 9 si te parece bien, si no contestas también voy a pasar eh, así que si no quieres dímelo." Mi rayada aumentaba por momentos, ahora mismo retumbaba en mi cuarto "Dejarse la piel" de Lagarto Amarillo. Igual tenía que pensar yo también en ir y volver de la luna... Bueno, a ver que hora era, las 7, dos horas... ¿Iba o no iba? Y sin resolver esa "mínima" cuestión me empecé a arreglar mientras seguía pensando si ir o no. ¿Qué me pasaba? Yo no era así de... insegura, y menos por tener una cita con un tío. Y mientras tanto peinándome, vistiéndome y maquillándome seguía sin saber si ir o no ir. Las 20:55. Ya estaba mirándome en el  espejo, y todavía no sabía si ir. Pero claro, ahora ya ¿cómo le avisaba? En vaya líos me metía. Esto me recordaba cosas de las que no se por qué llevaba pensando todo el día, sobre él, Gonzalo... Había sido la única persona capaz de enamorarme de verdad, hacía dos años de aquello que me hizo dejar de creer en el amor, y todas esas gilipolleces de segundas vidas y esas mierdas. Los recuerdos, vinieron a mí, me invadieron, y me sacaron de mi casa, a esa noche, de la que me he arrepentido los 365 días del año. Yo era una chica feliz, normal, como todas las demás, que esperaba a su príncipe, que llegó, Gonzalo... Una persona enorme, que se enamoró de mí y que me hizo enamorarme de él. Éramos un poco de cuento y un poco de realidad. Me demostraba todo, día a día, y todo era lo que daba por mí. o sé por qué lo hice, igual iba demasiado borracha. Esa tarde habíamos discutido. Yo llamé a un amigo, necesitaba desahogarme, compramos una botella y nos pusimos a beber mientras él me escuchaba, cuando se acabó la botella se acabaron mis lágrimas entonces me miró, y me besó, y yo le devolví el beso, no era consciente de lo que hacía mi cuerpo, mi cabeza pensaba en Gonzalo. Rápidamente abrí los ojos y me aparté, cogí mis cosas y me fui corriendo, mientras por el camino me comía la cabeza y la conciencia. Llegué a casa y me encontré a mi madre agarrada al teléfono y con cara de preocupación, cuando entré dijo, "Sí, acaba de llegar, ahora se lo digo". Entonces llegó la fatal noticia, Gonzalo se iba de la ciudad, se mudaba, lejos. Supe que nunca sabría el por qué lo hizo porque no pensaba volverle a hablar ¿por qué no me lo había dicho él?, que eso me perseguiría toda la vida y que nunca podría pedirle perdón ni darle explicaciones. El día que se fue me juré y perjuré que nunca volvería a enamorarme, que los tíos para mí serían de usar y tirar. Y durante dos años, no me fue difícil, ni siquiera pensaba en alguien más que por lo bueno que estaba, hasta esa misma mañana a las 9:20. Estaba frente al espejo, las 20:59, un minuto para decidir una noche entera. Las 21:00, sonó el timbre, ¡qué puntualidad! Todavía no sabía si abrir la puerta, o hacer como que no estaba en casa. Decisiones. Las únicas cosas que son capaces de cambiar tu vida en un solo instante.

viernes, 17 de agosto de 2012

Las personas cambian porque alguien las marcó.

Tras terminar el cuarto cigarro volví a entrar al instituto justo cuando sonaba el timbre que anunciaba el comienzo del primer recreo. Una chica salió corriendo de la clase de Letras y se estampó contra mí dándome un abrazo muy fuerte, era Rebeca, mi mejor amiga. Alocada y de esas personas que se da cuenta en seguida si tienes un problema o algo que contarle. Me encanta, es como mi hermana, somos capaces de decirnos todo solo mirándonos, y es de las que pase lo que pase nunca perderá su sonrisa. Parecía una niña buena con sus coletas, ¡qué gracia me hacía! "¡Hola gorda! ¿Qué tal? Te tengo mucho que contar maja, sobre el de siempre, mira que es pesado ¿eh?". Hasta hacía un par de meses Rebe había estado coladísima por un chaval de su clase, pero luego se enrollaron y ella perdió todo interés, en cambio él acabó muy pillado y estaba todo el día mandándola notitas un poco cursis para mi gusto. Ella se lo tomaba como una especie de juego y me hacía muchísima gracia. Así hablando de todo un poco se nos pasaron esos 15 minutos. Después volvimos a pasar juntas el recreo largo y cuando acabamos me dijo "Oye te invito a un batido de chocolate en el "Let it be" a la salida y así terminamos de hablar" y yo claramente acepté ya que amaba quedarme por ahí después de clase. El "Let it be" era nuestro café favorito, buenos batidos y buena música, aún me acuerdo de la primera vez que fui allí con Rebe. Justo después de... ¡NO! Me prometí hace mucho tiempo no volver a pensar en ello... ¿Cuánto tiempo había pasado ya? ¿2 años? Podía ser, prefería no acordarme. Como ya habréis comprobado soy muy mala al recordar fechas. ¿Cuántos chicos habían pasado las noches en mi habitación desde entonces? Uf, ni me acuerdo, una cifra demasiado... ¿Espeluznante o escandalosa? Depende de la persona a la que se la digas. El moreno de ojos verdes nunca había visitado esa parte de la ciudad... Pero... ¿Otra vez entre mis pensamientos? Ya van cinco o seis... ¿Qué me está pasando?
Por suerte en ese momento llegó Rebe que seguía parloteando acerca del chulito ese. Y así pasamos un par de horas, hablando de todo un poco, manchándonos la nariz de batido y riéndonos, siendo nosotras mismas. Justo antes de salir, y como era costumbre en ella, Rebe fue al baño. Entonces entró un chico alto, moreno, se parecía a Alex... Mierda, otra vez pensando en ese desconocido. El chico se giró hacia mí, y en el momento que me vió sus ojos verdes se encendieron como su sonrisa. Yo intenté disimular que estaba demasiado distraída como para fijarme en él, miré de reojo y ya no estaba. ¿Dónde se habría metido? Al ir a girar la cabeza me encontre su boca al lado de mí. Sonrió y me dijo "¿Me buscabas? Bueno, eso me gustaría a mí. Aunque me parece muy mal que conmigo no tomas un batido y con este sillón tan feo sí." "Hola, no te había visto... ¿Qué tal todo desconocido?" Se rió, este chico estaba todo el día riéndose. "Me llamo Alex, que seguro que ni te acuerdas. Y bien, al final me dejaron entrar en clase, que extraño." En ese momento llego Rebe y le miró de arriba abajo abriendo mucho los ojos, no dijo nada y se volvió a sentar. Nos quedamos los tres en silencio. Empezó a sonar "El hijo de la Inés"de Marea. Era mi móvil.

jueves, 9 de agosto de 2012

Yo hablaba de canciones, aviones y libertad.

Tú hablabas de amores, hogar y ataduras.

Durante todas y cada una de nuestras noches ambos hablábamos y pensábamos de la misma manera, de las mismas cosas, pero en cuanto aparecía el Sol las cosas cambiaban, aunque no todo fue siempre así. Yo un espíritu tan libre, atada solo a mis ideales y tú colgado del mundo, de una ciudad, y atado a una vida entera.
Y ahora veamos, ¿cómo me describiría a mí misma? Pues soy aquella de ideas de astronauta, aquella que llega 10 minutos tarde, extraña, sin puntos medios, que ama viajar, con las ideas claras, sin planificar, amo las tormentas, y las noches son mi fuerte. No espero un "Buenos días, princesa" de nadie, algo bipolar, tengo mis repentinos cambios de humor, algo parecido al tiempo, pero más brusco todavía. Soñadora de fábrica, sincera, la verdad siempre va por delante en todas y cada una de mis palabras, la locura es mi forma de vida, la típica Carpe Diem, bueno, típica típica tampoco. Me sonrojo con facilidad, me gusta andar debajo de la lluvia, aquella que siempre va con una sonrisa en la cara y que nunca da un paso atrás. Cabezota, sin disimulos, sin dobles fondos ni caretas. Amo pasar las noches en vela, odio madrugar. Me gusta la fotografía, bailar, y la buena música. Nunca fui princesita ni tampoco busqué un príncipe azul. Vivo deprisa, traficante de emociones, no creo en el amor, tampoco en el cielo, mi diosa es la libertad. Sí, creo que estas últimas cosas son las que me definen.
¿Y él? ¿Quién es él? Sinceramente, no hay maneras de describirle, pero lo intentaré, él era el chico perfecto para pequeñas princesas, el que te aparece con un ramo de flores aunque no haya nada que celebrar, que te llama por las tardes y te dice que echa de menos tu voz. Que no se enamoraba fácilmente pero que cuando lo hacía era a lo grande. Artista, soñador, de los que están siempre en la Luna, ingenuo. El chico de la sonrisa perfecta, que parece que te va a salvar la vida. Que un beso siempre era algo más que un tonto beso, de los que hacía parar el tiempo. De piel suave, alto, moreno, y de ojos verdes. Amante del Sol y rey de las dudas. De los que te da alas, como un niño, pero sin travesuras. Viviendo día tras día, escritor del corazón, amigo de ese imbécil de Cupido, pensaba que el cielo no era el límite, el amor es su Dios.
En fin, que eramos una especie de polos opuestos, aunque ese no fue nuestro fallo o tal vez fue uno de tantos. Por cierto, me llamo Adriana, me suelen llamar Adri, común, sencillo. ¿Que cómo se llama él? Alejandro, Alex.
Nos conocimos un día del mes de Marzo (lo sé porque el siempre me lo recordó). De lo que me acuerdo muy bien era de que yo cursaba 1º de Bachillerato de Ciencias, mientras que él, me sonaba de algo, creo que iba a la clase de enfrente, la de Ciencias Sociales, pero nunca me había parado a hablar con él. Nos cruzamos a la salida del instituto, a mí no me apetecía ir a segunda hora, mientras que él no había tenido la primera. Nada más salir del instituto me puse los cascos y subí todo lo posible el volumen mientras escuchaba "Puta" de Extremoduro, ¡oh Dios!, amaba esa canción. Alex en cambio iba atareado con sus apuntes, seguramente repasando algún examen de la siguiente hora. De repente, ambos chocamos, en mis oídos resonó exactamente la frase de "Cuando no estoy contigo domestico las horas y hago que den brincos y hago que corran.". Él me miró y bajó la cabeza a la vez que se sonrojaba, avergonzado me pidió perdón por haber sido tan distraído, yo le dije que no pasaba nada y me disponía a salir fuera a empezar mi nueva caja de cigarros, Camel, claramente, me encantaba Malboro, pero era demasiado caro. En cambio, antes de dar el primer paso me paró y me dijo "Por cierto, me llamo Alejandro, Alex si lo prefieres, ¿tú eres Adriana no?" Le debí mirar con cara rara porque añadió: "Estás en la clase de enfrente, bueno, cuando vas". A ver, lo reconozco, me había fijado en él alguna que otra vez, pero porque el chaval destacaba, nada más, pero es que él se conocía hasta mi nombre y yo ni siquiera sabía que iba a la clase de enfrente. Aturullada respondí "Sí, puede ser". Le ayudé a recoger sus apuntes y al levantarnos me dijo "Tengo clase con Teresa, la de Historia, pero llego tarde, no me dejará entrar, ¿te apetece un café?" Sorprendida por la invitación de un casi desconocido contesté "¿Café? Yo a estas horas me tomaría una copa de Ron con Cola y no creo que nos lo vendan en la cafetería del instituto" Se rió. Tenía una risa sonora, distinta, profunda y de las de verdad. Yo sonreí, así sin querer. Entonces dijo "Bueno, pues te cambio el Ron-Cola por un batido de chocolate". Sonrió, bonita sonrisa, de dientes blancos, de esas sonrisas del típico príncipe azul de las películas. Aunque no se por qué rechacé su propuesta, fue una mezcla de sorpresa, algo de miedo, y también debió influir algo mi mono de tabaco. Él siguió sonriente y me dijo que ya lo dejaríamos para otro día, pero que se lo debía por haber alborotado su mañana y añadió también que si me parecía bonito dejarle sin su compañía para tomar un café, a lo que yo contesté "Seguro que hay por lo menos 50 chicas que te estarían esperando ahora mismo en la cafetería." "Sí, pero la que yo quería que estuviera allí me acaba de rechazar, bueno, ya nos veremos" Y así, con una única sonrisa más, se despidió. Sonrojada pasé la verja del instituto, saqué mi mechero del bolsillo derecho, el paquete del izquierdo y le quité el plástico que lo envolvía. Ponía "Fumar mata" ¿No jodas? Cinco años viendo los paquetes dan para mucho. Y tras cinco años, seguía con la misma bobada, aunque hasta ahora me había funcionado. Saqué un cigarro y me lo puse en la boca. Saqué también el de la esquina derecha, y le di la vuelta mientras pedía el mismo deseo de todas las veces, no volver a enamorarme jamás, como siempre desde hacía dos años, y pensar que antes pedía no separarme de... bueno, mejor no recordarlo. Guardé el paquete, encendí el cigarro y empezó a volar el humo, mientras tanto me acordaba del chico de ojos verdes y bonita sonrisa.

Que bonito eso de saber que a cada paso que yo dé lo darás tú también.

Siempre así.