OHANA SIGNIFICA FAMILIA, FAMILIA QUE NO SE OLVIDA Y QUE SIEMPRE ESTARÁ JUNTA.
Nos querremos mas que a nadie pa' que no corra ni el aire entre tú y yo.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Construir cabañas junto al cielo.

El Sol me deslumbraba mientras avanzaba por una carretera irregular de algún lugar perdido entre las montañas. Sonaba de fondo Wonderwall. Mi gato se dedicaba a arañar los asientos traseros ya desgastados de mi viejo Seat rojo. A mi lado, el asiento del copiloto estaba vacío, como de costumbre, salvo cuando recogía a cualquier autoestopista que me diera un poco de conversación y de vez en cuando algo de placer. Nunca me había sentido de ninguna parte, ni siquiera conocía más felicidad que la que me entraba al coger carretera cada mañana, cuando en invierno todavía el parabrisas del coche estaba helado y cuando en verano comenzaban a despertar los girasoles.
Hacía años si tenía un hogar, y una persona importante, me gustaba decir que era mi mejor amigo. Él era aquella persona con la que compartía todos los dulces de mi merienda, con la que saqué la gran mayoría de mis sonrisas, la persona que hacía promesas y las cumplía, habíamos construido nuestro propio mundo de cabañas junto al cielo. Pero hay algunas cosas que rompen incluso las promesas de dedo meñique. Repentinamente un día las cosas habían cambiado, ya no quedábamos a las 5 en la plaza del pueblo para bañarnos en el lago, o cazar saltamontes, o buscar caracoles, o cualquier cosa que tuviéramos en nuestra lista de cosas pendientes. Poco a poco esa lista se fue terminando, no aparecían cosas nuevas, y finalmente sólo quedó una, según él imposible, según yo mi rutina. Llegó una tarde en la que no se presentó, pensé que habría surgido cualquier imprevisto. Pero a la tarde siguiente se repitió, y a la de después, y la que va detrás, así hasta que decidí ir a su casa. Se había ido. En su lugar había alguien físicamente idéntico, pero él, mi mejor amigo ya no estaba allí.
Esperé durante meses su vuelta, pero cada vez se volvía más desconocido, y entonces, llegó la nada. Lo siguiente que recuerdo es estar metida en mi coche, junto al gato que prometimos cuidar, y con su olor adherido hasta el rincón más escondido de mí. Por suerte, encontré la manera de hacerme de hierro, salvo en noches como estas, en las que el frío y la ausencia de quien me diera calor penetraban en mí.
Cumpliré nuestra lista de cosas pendientes, aunque sea sin ti.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Brindemos, compañeros.

Por los atardeceres de invierno con la nariz roja por el frío, por los amaneceres enredados en algunas sábanas, por los inocentes que alguna vez confiaron, por las cicatrices abiertas o enterradas bajo mil capas de indiferencia, por despertar una mañana y que de fondo suene Still loving you de los Scorpions, por los momentos equivocados, por las batallas que alguna vez perdimos, por los que se fueron por el miedo a acabar rotos y por los que se han quedado creyendo que no será así, ilusos. Por los borrachos que creen saber sobre el amor, por los sobrios que se aferran a su café, por los que esperan, por los que duermen, por los que sueñan, por los que como yo son capaces de autodestruirse. Por las utopías, las pesadillas, por los que todavía brindan a la salud del rock'n'roll y por los que piden libertad. Por los que nos dejan sin palabras, los que hablan demasiado y los que piensan lo que dicen. Por los aviones de papel, las flores de plástico, los soldados de madera y el corazón de mimbre. Por las lunas que nos quedan por disfrutar, por los sobres vacíos, los kilómetros. Por Orinia e Insomnia, por el modo en el que llegas a mi casa, por los que se han cansado de esperar y acaban yendo. Por llorar, luchar, reír. Por ninguno de nosotros.
Por las canciones que no se cantan con cualquiera, por los cigarros que se consumen, por morder tus labios.

martes, 12 de noviembre de 2013

Luna ya no baila sola.

Nunca he entendido a aquellos locos que siempre hablaban de París pudiendo verte a ti cuando intentabas contar todos los lunares que surcaban mi espalda. Pocos momentos se asemejan a tal sensación, tal vez un atardecer en otoño tumbado sobre la hierba fresca, puede que la luna saliendo de su escondite o incluso que suene tu canción favorita en un bar. ¿Cómo puede una simple ciudad asemejarse a todo esto? Puede que ni París, ni Roma, ni Nueva York lleguen a verte sonreír o llorar por mí.
Y esa es otra, cuando lloras parece que llueve, y yo me encuentro bailando debajo de toda esa lluvia que algún día terminará por ahogarme, en vez de poder decir "Aquí estoy, he venido a salvarte" porque sigo sin saber donde escondía mi disfraz de superhéroe. Y eso que de pequeña soñé mil veces con ser heroína. No sé si me entenderéis.
Y es que una vez probadas las prisas, el café tan amargo, los "amores" precipitados, los cuerpos fugaces y todos esos vacíos, buscas encontrar las ojeras de una persona al levantarte por las mañanas, ver como su espalda se pinta de amanecer, y sus manos frías acariciándote la cara. Y todo eso da mas placer que escuchar el disco entero de Abbey Road diez veces seguidas, que pasar cuatro veranos sin pausas en Roma, o que deshacer la cama con cualquier desconocido.

lunes, 14 de octubre de 2013

Locus amoenus.

¿Cómo eligen el lugar donde quedarse a vivir? Probablemente ellos no visitaron tus sábanas en medio de una noche fría, probablemente no te vieran soñar, con los ojos cerrados y la sonrisa de un niño pequeño. No pueden saber cómo brillas al arder arañando mi espalda con los dedos, cuán larga es tu lista de batallas perdidas o cómo suena el eco de tu voz al rasgar las cuerdas de una guitarra. Lo que es verte sonriendo al final de cada calle, o en cada portal las tardes de lluvia. Yo tampoco sé mucho, lo suficiente para quedarme contigo antes que con Roma. Se lo que es mordernos la boca, hasta desangrarnos en cualquier maldito beso. Se lo que es desafinar todas las duchas que no compartimos. Y a ciencia cierta creo que me basta con eso, aunque no me conformo, creo que puedo llegar a más. Me gusta mirar a la luna, pero más aún me gusta que claves tu mirada en mis pupilas mientras lo hago cada noche. Sabemos lo que es echarnos de menos, y cogernos con ganas, buscarnos la vida y buscarme en tus planes. Mis ojos son más bonitos cuando tú estás en ellos y ni mil clavos conseguirían que me olvidara del brindis que hacen tus pestañas 14 veces por minuto. Volvería a morderte una y otra vez aunque todo fuera en contra y la verdad es que prefiero la guerra al invierno sin ti. Pero por ahora, poco a poco vamos creyendo menos en París, y menos mal.

"Sólo pienso en desnudarte y sentarme en un sitio detrás de tu ombligo."


viernes, 4 de octubre de 2013

Rue Royal solía ser un lugar agradable

http://www.flickr.com/photos/alberto_mqb/10044657525/


"-Una pequeña historia, de Raquel Bartolomé.-

...los frescos amaneceres se recibían agradables en la cafetería ¨Rue Royale¨ , los madrugadores entraban apresurados y se arrimaban a la barra a solicitar su matutino desayuno y como no Lady Juliette se disponía a pedir su capuchino de las mañanas y sentarse en la mesa mas cercana a la cristalera desde la cual podía observar el comienzo del día en la capital francesa al margen del resto de la cafetería.

Tráfico espeso, gente ajetreada corriendo de un lado para otro atropelladamente y con caras de tener poco que contar. Juliette observaba atónita el panorama ,cruzó las piernas sorbió un trago de café y se arropó bien con una chaqueta de bonitos encajes de punto que le había regalado su hermana el mes pasado por su cumpleaños. Sus ojos se mantenían fijos en el pelotón de gente que se amotinaba en las calles y cruces de la avenida, tan ausente, no parecía estar allí, sin pestañear, extremadamente quieta, pareciendo atravesar con la mirada el cristal y cualquier otro objeto o persona que se interpusiese.
La cafetería Rue Royale solía ser un lugar agradable, situada en un lugar céntrico donde pocas veces se enturbiaba el ambiente. Entrar allí era parecido a encontrarse en el ambiente familiar de una vieja taberna Irlandesa, pero las enormes cristaleras que rodeaban el local la descatalogaban de tal. Siempre rondaba en el ambiente un olor a madrera rancia mojada en alcohol y rociada por el dulce aroma a café el cual al acercarse a la entrada atraía a todo aquel que desprevenido pasará por la puerta sin intención alguna de entrar.
Juliette acabó la taza de café, la dejó en la mesa y mientras se disponía a sacar el monedero, apareció Nicolas, el cual se acercó a la mesa de manera sigilosa a recoger, ella distraída estaba sacando el dinero del para pagar la cuenta cuando Nicolas de manera rápida y concisa levanto la taza de café de la mesa y superando las leyes de la gravedad y la dejó encima de la columna de platos y vasos apilados en la no exactamente pequeña bandeja de metal que sostenía sobre el brazo izquierdo. Sonriendo ampliamente saludó a Juliette mientras se condujo a abrir la ventana de la enorme cristalera. Juliette guardando el monedero sobresalatada por la rápida e inesperada aparición del apuesto joven se sonrojó y tartamudeo insegura -Bue-e-nos días Nicolas- mientras se incorporaba para salir de allí lo antes posible. Derrepente se percató de que la mirada de Nicolas la revisaba de arriba a abajo, lo cual hizo que se pusiera todavía más nerviosa, agilizó su acto y se despidió aproximándose hacia la puerta .Cuando ya estaba al lado de la salida, se giro para dedicarle una mirada más al muchacho antes de desaparecer, pero de repente se llevo las manos a la boca al ver que un objeto entraba por la ventana golpeando la pila de platos y vasos de la bandeja de metal haciendo que estos cayeran y crearan un gran estruendo en a cafetería , sin pensarlo dos veces se aproximo corriendo, se remango los faldones del bestido y se agachó a ayudar a Nicolas a recoger, el cual la rogaba una y otra vez que se detuviera antes de cortarse, ella le ignoró al ver que el objeto que había provocado el accidente revoloteaba entre las trozos de porcelana y cristal frenéticamente, y sin pensarlo dos veces recogió al animal y lo depositó en las manos de Nicolas el cual cara a cara permanecía fijo en los ojos de Juliette, segundos más tarde reaccionó y retiró la mirada para observar al individuo que yacía asustado entre sus dedos y sonrió mientras susurraba -Pobre animalillo..., aún agachados ella curiosa le preguntó -¿de que clase de ave se trata si se puede saber?- Negro como el carbón no era similar a los otros gorrioncillos que se acostumbraban a ver por la ciudad.
Él miro sorprendido por mostrado interés de la muchacha hacia el animal y mientras le acariciaba se incorporó, la invitó a sentarse de nuevo en la mesa y empezó a relatar:
En los extrarradios de Francia tirando más hacia el Norte de España por los Pirineos, vivía un cabrero el cual dedicó siempre la vida a sus animales desde bien niño por tradición familiar, viviendo solo y con poco más que entretenerse que la naturaleza de las montañas.
Una fría noche de invierno se quedó sin leña seca que echar al fuego, y sin la cual se vería en serios problemas de hipotermia. Decidió meter a todas las cabras en la chivitera y salir en busca de alguna corteza vieja que le sirviera de combustible para esa noche, se adentró entre los árboles de las montañas y comenzó su búsqueda. Pasadas cuatro horas sin haber dado con la corteza se sentó en las raíces que sobresalían de un árbol en el suelo y desesperado comenzó a pensar que estaría perdido en el silencio de esas frías y elevadas cumbres, entonces escuchó un dulce piar que provenía de las ramas del árbol en el que estaba sentado; nada más mirar hacía arriba vio sobrevolar su cabeza a un pequeño pajarito negro que se posó en la rama del árbol de en frente, su canto agudo y llamativo parecía querer decirle algo... revoloteaba por las ramas próximas haciendo curiosas formas en el aire, el pastor mirándolo quedó en trance y comenzó a caer en una especie de sueño...
Sin saber como ni porqué un nuevo piar comenzó a despertarle, esta vez era algo más grabe y lento que el que le dejó en profundo sueño, el pastor se despertó y sorprendido miró al cielo, el sol había cambiado de posición en apenas unos minutos en los que tubo la sensación de estar en un lugar totalmente alejado de allí, un lugar cálido y sin preocupaciones, un lugar que pareció llenar el trozo de soledad y tristeza que escondía bajo tanto abrigo. Se notaba desorientado, totalmente perdido, con mucha hambre y la sorpresa de que en vez de anochecer el sol estaba comenzando a salir,se fijó entonces en que el pájaro de por la noche no era el mismo que el de la mañana, esta vez se trataba un colorido animal de tonos azulados y amarillos , él descolocado se levantó del suelo y el animal desapareció volando en apenas pasados unos segundos, como si su tarea ya estuviese realizada, el pastor entonces desconcertado siguió buscando su leña y cuando la encontró volvió a su tarea sin dejar de pensar en lo sucedido de aquella noche...
Acudió al mismo lugar todas los anocheceres para averiguar que había pasado, como es posible que hubiese aguantado vivo a la fría intemperie de la noche en tal lugar, y así fue como para su asombro durante todos los ocasos se encontró con el mismo pajarito negro carbón revoloteandole; era realmente hipnotizante... su canto, sus movimientos; parecían hablar, le creaban una sensación indescriptible.... temía llamarlo amor...

Juliette escuchaba con los ojos como platos, estaba realmente intrigada con el enigma que le planteaba Nicolas, este, al darse cuenta de que toda la atención de Juliette estaba puesta sobre sus palabras y en consecuente sobre si mismo, decidió inclinarse más sobre la mesa y acercarse a ella para concluir la historia en una voz todavía más profunda
-Juliette, dicen que que este pájaro negro se llama Carbonero, por que en las noches en las que el pastor tenía un frío infernal, le daba el calor del carbón ardiendo en una hoguera, el calor de la tranquilidad, el calor del que añoraba en la soledad del paraíso: el amor; Es cierto que los pájaros dan mucha compañía y que te despiertan con sus alegres cantos por la mañana...
-Pero Nicolas- intervino, Juliette explosivamente -¿como puede ser que por la mañana hubiera otro pájaro de diferentes colores? -Nicolas sonrió, -Eso Juliette es porque hay dos tipos de Carboneros, los que te arropan la noche, y los que te mecen el amanecer- Juliette escuchó asombrada las bonitas palabras que salían de los labios de Nicolas de los cuales había quedado tontamente prendida sin apenas percatarse...
De pronto una voz desde la barra dio un grito inesperado que rompió el hechizo que parecía unir a los dos jóvenes; el dueño del bar reclamaba a Nicolas inmediatamente en la cocina y este se apresuró a levantarse para acudir pero antes se aproximo a la chica y le dijo:
-Juliette quedaté el pájaro, contigo estará bien, hará compañia a una chica solitaria como tú... -
Y sonriendola depositó el animal nuevamente en las manos de la chica, recogió la bandeja del suelo y reanudó su tarea como si nada hubiese pasado.
Juliette aún sentada en la mesa con el animalito ya más tranquilo entre sus manos , lo pego contra sí y salió del Rue Royale con una extraña sensación en su interior... "

lunes, 23 de septiembre de 2013

Las típicas cosas que sabrás "cuando seas mayor".

Los barcos se hunden y los muros se caen. Las personas son lo que callan. Incluso a las leyendas se las lleva el dulce olvido. Hay personas a las que morderías mil veces, aunque todo fuera en contra. Hasta los gigantes sueñan con tocar la luna. El hielo también quema y las personas frías son las primeras en arder. Bailas mejor cuando nadie te mira. Te sienta mejor la luna llena. Nuestras huellas dactilares no se borran de las vidas que tocamos. Hay cuartos en los que te pones de puntillas y parece que te pinchen las estrellas en las manos. Todos nos autodestruimos y aunque lo neguemos seguimos creyendo en el quizá. A cualquier cosa le ponen el nombre de amor, y de este quienes más saben son los borrachos. El equilibrio resulta imposible entre nosotros dos. Hay canciones que no están hechas para cantar con cualquiera. La poesía está hecha de verte dormir en mi almohada. Entre los huecos de mis dedos de las manos entra la mano de cualquiera, pero solo hay sitio para la tuya. El insomnio, las batallas perdidas, las fotos de verano y los calcetines rotos son cosas que se acumulan. Las personas valientes son las que se quedan a tu lado y comprueban que eres algo más que todas tus cicatrices. No hay nada que pegue más que la esperanza y los ojalá. A pesar de crecer siempre tendrás el miedo a amar, a las despedidas, a los que te rompen y a los que llegan más tarde para arreglarte. Septiembre siempre llega y nunca llena. Hay personas que valen todo lo que duelen, y en el fondo eso es lo bonito. Los soñadores son aquellos que tienen como sueño ver dormir a otra persona, y que pocos quedan.hay gente que en toda su vida no sabrá diferenciar el "amor" de la necesidad, la vida de morir por alguien, las declaraciones de amor de despertar a tu lado y el frío de la ausencia de calor. No existe ninguna madrugada que no te haga recordar. Y a todo el mundo se le da mejor fingir que todo va bien que mostrar sus heridas. No hay calma sin tormenta. Hay gente que pasa por tu vida como las modas, otra como las drogas. Y que mientras hay gente que va dando tumbos en busca de la felicidad no hay mejor manera de encontrarla que esperando a que llegue sola enredada entre las nubes de tu pelo.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Caótico, bohemio, tú.

Escrito a las 4 a.m. aproximadamente de una madrugada cualquiera, a la luz cálida de una lámpara, con el primer cigarro de un paquete recién abierto correteando por mis dedos y agarrada a una taza de amargo café que ya quemó mis labios, para no perder costumbre.
La luna se halla altiva y descarada en lo alto del cielo más oscuro, llena intentando compensar a las personas que están un poquito vacías. Mi conocido y ya prácticamente amigo insomnio ha vuelto a visitarme entre las sábanas (ya podías haber venido tú). Hace tiempo que no me sale eso de escribirte los versos más bonitos, pero es que las palabras son tan feas y vacías, que resulta prácticamente imposible, inexplicable e inútil. A pesar de todo, aquí sigo intentando ordenar las letras de manera que se asemejen y consigan reflejar los que se siente cada vez que paseas tu mano por mis piernas, o tu lengua por mi espalda. Me da un poco de miedo dejarle mis sueños al azar, que tal vez no aparezcas y me toque hasta en sueños echarte de menos, quizá por eso no he dormido aún. O tal vez sea que mi cama me queda grande para soñar a solas.
Pienso a menudo en el tipo de persona que eres, puede que seas de esos que te encuentran, o tal vez de aquellos que saben salvarte a tiempo, o una mezcla de muchos tipos de personas (quizá esto sea lo más acertado), no sé si me entiendes. Lo que si que tengo claro es que lo que llaman "amor" no lo encontrarás en ningún viaje fugaz entre unas piernas. Es algo así como las piernas entre las que te quedarías a vivir, o los ojos, o los labios. Y casualmente, o igual no, fue la casualidad la que jugó sus cartas para que a día de hoy sólo escuche el susurro de tus labios y respire  tu aire en mis pulmones. Tal vez sea por eso que amanezca cada madrugada, con los ojos aún medio nublados y me imagine ver tu culo andar por mi pasillo. Se me acaban los motivos por los que me rodee una ausencia permanente de calor.
Y a ver que cigarro me consume ahora las ganas de morderte, aunque aún terminando los 19 restantes probablemente se queden conmigo.

lunes, 26 de agosto de 2013

Lo que nunca te pude decir.

Lo siento. Buenas tardes. De nada. No eres tú, soy yo. Siempre. Nunca. Ojalá. Vísteme. Hasta la vista. Te echo de menos. Incapaz. Entiéndeme. Del derecho. Hasta el infinito. No vuelvas. Contigo. Sin ti. Prometido. Sí, quiero. 

martes, 23 de julio de 2013

¿Y París para qué?

"¿Y cómo no va a ir mal un mundo en el que cada día hay menos cabezas libres y más ladrones y asesinos fuera de sus celdas señores? El mundo se ha vuelto tan ridículo, la gente llora por "amor", prefiere perder sus principios que perder su móvil, tienen miedo de los monstruos dentro del armario o debajo de la cama y no de los monstruos a los que les dan la mano cada mañana. Las personas se conforman con ser cualquiera sin darse cuenta, la libertad y la justicia tienen precio, nos dedicamos a contar monedas antes que contar lunares en cualquier espalda. Las cosas no van bien en un mundo en el que la gente huye de lo que le daña, los besos de película se consumen antes que el cigarro que tengo entre mis dedos ahora mismo. Cuando la lista de la compra es más larga que la lista de los pecados que compartimos, cuando haces el amor y después no parece que vengas de la guerra." - yo permanecía subida en el capó de ese coche rojo, la gente había formado un círculo a mi alrededor y me escuchaban atentamente.

En ese mismo instante le miré a los ojos mientras mi discurso llegaba a su fin: "Si todo el mundo sueña con París en lugar de con tu cintura, y tú mientras te dedicas a adueñarte de mis folios en blanco como las putas se adueñan de las esquinas, tú que eres más de contar horas de sueño y yo de tener más sueños por hora. ¿Te acuerdas de cuando me reía cuando decías aquello de "Serás mía"? Que rídiculo y lejano me suena todo aquello. Mi cama es demasiado grande para soñar a solas, necesito unas manos que derrapen por mis curvas, y con todos los poemas que deberían agachar la cabeza cuando te vieran pasar. Y ahora, tú eliges, o le echas cojones o me echas de menos. Tú verás, quiéreme si te atreves."


miércoles, 17 de julio de 2013

Buscando el mar.

Me gustaba sentarme en la playa, a eso de las 8 de la tarde, y observar el mar, las olas rompiendo en la arena y el sol escondiéndose del mundo mientras que la luna levantaba cabeza. Me gustaba el salitre en mi piel, su sabor, su olor. El viento me despeinaba, pero me daba igual, son tan pocos lugares en los que me siento libre. Poco a poco la marea iba subiendo, intentaba atraparme en sus idas y venidas mientras yo permanecía inmóvil. Finalmente conseguía atraparme mientras yo ni me inmutaba, no me movía, mis ojos seguían clavados más allá, las ganas de coger un barco y salir huyendo de tierra firme me sobrepasaban.
Sólo había ciertos y pocos lugares en los que realmente conseguía ser libre: de vez en cuando en la luna, en las playas de Santander, en lo alto de un monte verde, cuando miraba una pared blanca, en una piscina gigante e irónicamente entre tus sábanas.


lunes, 8 de julio de 2013

Todo aquello que me da pena, vértigo o miedo.

El café que se enfría. Las risas que se pierden. Las mentes demasiado cerradas. Las botellas demasiado vacías. Las noches de luna nueva. El amor. El miedo a morir. El miedo a vivir. El sexo sin amor. El amor sin sexo. Las canciones inútiles. Los días grises. Los que olvidan. Los que recuerdan. Los inocentes. Echar de menos. Echar de más. Las cartas que se pierden. Las teorías lógicas. Las cosas útiles. Los que abandonan. Los que son abandonados. Los que pierden. Los que ganan. Los que se van para volver. Los que se van y no regresan. Los que esperan eternamente. Los que rechazan. Los que aceptan. Los superiores. Los inferiores. Los inservibles. Los invencibles. Las tardes de lluvia. Las utopías realizables. El éxtasis controlado. Los que siempre dicen te quiero. Y los que nunca lo dicen. Planearlo todo. Los besos en el cuello. Las fotos de carné. Las camisetas demasiado ceñidas. Comprometerse. Los pecados. Las reglas. Los que están en el poder. Los que no tienen ideales a los que aferrarse. Los que no saben soñar. Los que se quejan pero no solucionan. Los problemas matemáticos. Los que huyen. Los que se quedan. Los finales felices. Los finales tristes. Los besos perdidos. Los besos inútiles. Los besos obligados. Los juramentos. Las promesas. Los uno para todos. Los todos para uno. Los amaneceres. Las demostraciones. Las palabras. La tinta invisible. El aire que exigimos 13 veces por minuto. Los 20 segundos de coraje irracional. Los poetas de bragueta y revolcón. Los cuentos. Las almohadas sin mordiscos. Las lágrimas. Las sonrisas forzadas. Las cartas que empiezan por "Querido:" y que acaban con Posdata. El egoísmo. Los puntos cardinales. Los mapas. Los barcos de papel. Demasiadas mentiras y demasiadas verdades. Los que tratan de callar al resto. El miedo a un Martes 13. El silencio. El ruido. Las cenizas. El arco iris. Las fronteras en el edredón. La poca locura, demasiada cordura. El tiempo. El cielo. Los dioses. El perfume que hace recordar. Tachar los días de un calendario. Quemar recuerdos. La suerte. El azar. El destino. El karma. Las noches cortas. El mono. El frío. Yo misma.

domingo, 23 de junio de 2013

Son tiempos difíciles para los soñadores.

Ella caminaba de una manera extraña, en línea recta, mirando hacia las nubes, su pelo caía como una cascada por su espalda, la espalda a la que muchos deseaban aferrarse cada mañana de resaca. Acostumbraba a llevar una sonrisa pegada en la cara y sus ojos negros brillaban a menudo. Solía pasar las tardes sentada en la misma mesa de siempre con un café y leyendo un libro distinto cada día. De vez en cuando cogía su cuaderno negro, donde apuntaba cosas que nadie había descubierto. Aquel era su rincón secreto, en esa libreta apuntaba mil teorías y cincuenta y tantos sueños, los únicos de los que se acordaba. A las 8 en punto (según ella la hora de cerrar bares y abrir corazones) pagaba la cuenta y salía del café, luego, con las últimas luces de la primavera caminaba por una calle larga y estrecha en la cual había una pared en blanco, ella se quedaba mirando esa pared como si fuera una hoja más de su cuaderno negro, pensativa. 17 minutos después se giraba y continuaba su camino. Así todos los días desde que yo había comenzado a observarla. Había pensado en hablarla muchas veces pero algo me empujaba a no hacerlo, no era exactamente vergüenza, era algo así como miedo a lo extraño, tenía miedo del caos que rodeaba a la chica. Pero ese día había sentido una necesidad de acercarme a ella, de besarla, de tenerla, de ser suyo, de abrazarla por las noches antes de dormir. Decidí al día siguiente que podría vencer mi miedo, pero ella no apareció, ni ese, ni la tarde siguiente, ni en toda la semana. Pregunté por ella en el café, pero nadie supo responderme. Empecé a sentarme en su mesa a leer con un café de la mano, con mi libreta en la otra, mientras esperaba ver aparecer su sonrisa por la puerta. A las 8 en punto salía cada día del café y corría hasta la pared, donde esperaba encontrarme su mirada oscura, cada día en vano.
El 25 de Abril de 2001 se ha quedado grabado en mi memoria, aquella tarde salí del café como siempre a las 8 en punto, al acercarme a la pared vi a una joven muchacha pintándola, y cuando grité salió corriendo. Me acerqué al graffiti y leí, acto seguido sonreí, notaba la sensación de que ese graffiti me pertenecía, de que era para mí, únicamente para mí.

Y en aquella pared quedó marcado: "Todavía son tiempos difíciles para soñadores como nosotros, algún día resurgiremos de nuestras cenizas."

jueves, 6 de junio de 2013

El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos.

Allá vosotros con vuestra cerveza sin alcohol, vuestro café descafeinado, vuestro sexo sin amor y vuestro cine sin emociones. Allá los que no se manchen los labios con el Cola-cao de cada mañana, los que no tengan noches en vela y domingos de resaca, ni una espalda a la que arañar cada noche entre las sábanas y amaneceres de botellas vacías. Allá los que sigan con su fiel creencia en el amor, los que no se aferraran a sus ideales, las cuerdas de la guitarra sin una voz que las acaricie. Allá los que no sepan disfrutar del precipicio que forman sus caderas y del vacío allí donde termina su espalda. Allá los que confundieron sus sueños, de los ciegos de fe, y los que hablan gritando. Allá de los que se creen Superman con solo una capa, de los demasiado maduros y de los que no saben vivir en caos. Allá de los que tienen miedo a la cara oscura de la luna, de los que solo escuchan canciones tristes, de los que se rindan y de los que no se atrevan a defender sus propias utopías. Allá de los que no pueden ni sueñan con volar, de los que nunca se tragaron su orgullo (yo entre ellos), de los que temen a la muerte y por tanto también a la vida. Allá de los que todavía sueñan con París, Venecia o Nueva York, los que creen en el cielo, en el infierno y en las personas. Allá de los que no se entretengan contando lunares, latidos, parpadeos, historias, orgasmos o sueños.
Como hacer el amor sin amor. Como probar el café y no quemarte los labios. Inútil.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Me da miedo la enormidad, donde nadie oye mi voz.

Tengo
mil sueños que no recuerdo, una canción que no logro entonar, versos descolocados, mi caja de recuerdos, las cosas que quiero hacer antes de morir, tacones muy altos y vestidos muy cortos, la luna como fiel compañera, mi ballantines y tú tus historias.
Tengo
miedo a mi vals desafinado y desenfrenado, a los domingos de resaca sin tu espalda, a que deje de sonar música en mi cabeza para dejar paso a esas voces que me volverán loca, a las noches demasiado claras, a mi poema, a que el caos me abandone, y a cansarme demasiado lento.
Tengo
que encontrar las cervezas que se perdieron por mi habitación, tus rodillas apresándome entre las sombras, el tiempo que no me hizo falta, la versión perfecta y adecuada del "Let it be" de los Beatles, el cadáver de Edgar Allan Poe y un camino de baldosas amarillas.
Tengo
que perder mil batallas, las parejas de los calcetines, trenes y estaciones, París, el vacío que hay donde termina el borde de tu espalda, la esperanza de que alguien me salve de mí misma, las ganas de ti, la palabra imposible por el diccionario.
Tengo
que perderme entre tus labios rojos y tus negras mentiras, en 19 días y 500 noches, en el sonido de tu risa, en un viaje fugaz entre unas piernas, por Italia, entre un amanecer, en el número 57.
Tengo
un mechero que ha perdido su llama, tus sonrisas a quemarropa, el típico cigarro de después, putadas y amor, la botella de tequila, mi éxtasis profundo, cicatrices y arañazos en mi cuerpo, los lunares de tu espalda, miles de balas perdidas, tu alegría, y mi droga sin amor.




miércoles, 8 de mayo de 2013

Al caos directamente, no quiero su dulce introducción.

El vaso de cristal resbaló de mi mano y se estampó contra el suelo despedazándose, el cigarro que habitaba entre mis labios se apagó mientras el humo de las últimas caladas se introducía en mi interior devorándome. A mi alrededor solo escuchaba una palabra: caos. Caos constante, dulce, amargo, sereno, abarrotado, pero sobre todo mío expandiéndose por todo mi ser, y más allá de él provocándome un éxtasis absoluto e instantáneo. Mi cabeza era un continuo flujo de voces, mi cuerpo bailaba al son de una música que nadie más conseguía oír. Mi caos, al fin, ansiado y rehuido caos, me senté en la hierba y me sentí pequeña. Mi grito de libertad desgarró el suave sonido de la noche.

martes, 23 de abril de 2013

Círculo vicioso.

Me hallaba en mi habitación, oscura, sin ventanas, tumbada en la cama mirando al techo, deseando salir, descubrir, doler. Se abrió una puerta, un pasillo largo, estrecho y lleno de velas se mostraba ante mí. Sin mirar atrás me encaminé por el pasillo, sin miedos y sobre todo sin recuerdos, al final de este solo me encontré una puerta. Años atrás había recibido una llave que encajaba perfectamente en esa cerradura. Delante de mí había un camino, largo pues no veo el final en el horizonte, de arena, lleno de curvas. Iría a cualquier parte mientras no me tocara volver a la habitación oscura. Con mi valor correspondiente salí a aquel desconocido entorno. Llevaba un paso ligero, deseando llegar más y más lejos, cada vez más rápido y acabar olvidando aquella habitación y aquel largo pasillo. A mi paso salió un tigre, no sé que impulso fue el que me llevó a acariciarlo hasta calmarlo, pero funcionó, el tigre se tumbó sobre el camino y cerró los ojos. La sed que nunca había experimentado antes empezó a invadir mi garganta, miré a mi alrededor y vi una pequeña casa blanca de ventanas azules. En la cerradura había un llavero con unas pocas llaves, algunas viejas, otras demasiado nuevas, pero todas en sí eran hermosas. Decidí entrar a la casa, seguramente movida por la curiosidad que caracteriza a los gatos. Sólo encontré una mesa sobre la que había una jarra vieja y mugrienta llena de agua. Sin pensármelo dos veces bebí, lo que no te mata te hace más fuerte. Tras explorar un poco más aquella curiosa casita volví a mi camino. El sol empezaba a tostar mi piel y sentía calor, a lo lejos vi un lago por lo que decidí ir hacia él. El agua era totalmente cristalina, incluso podía ver algunos peces, era profundo, no distinguía muy bien la profundidad a la que debía estar el fondo. Me despojé de mis ropas y me metí de cabeza, sin pensarlo. Disfrutaba en aquel lago, nadar en él y escuchar los sonidos de los animales cercanos era éxtasis puro, mas no se muy bien por qué algo me llevaba a salir poco a poco. Continuaba mi camino cuando empecé a distinguir un obstáculo, cuando llegué a él me di cuenta de que era un muro, poco más alto que yo, de ladrillos, más allá seguía el camino, pero no muy lejos encontraba una casa, una casa en la que yo ya había estado, con su largo pasillo y su habitación oscura. A pesar de todo me di impulso y salté el muro, no aguanto eso de quedarme en un mismo sitio mucho tiempo. Al pasar el muro sólo quedaba yo, controlando mi vida por completo, sin vergüenza, sin miedo.


Nota: Esta entrada sólo la entenderán aquellos con la capacidad suficiente para comprender el juego, sí, todo es un simple juego.
Gracias a la señorita Karmen Kalleja.

domingo, 14 de abril de 2013

Rescatarte de las horas devoradas.

Mi cigarro llegaba a sus últimos momentos de vida y seguía arrastrándome hacia mi muerte. Al otro lado de la ventana llovía como si intentara ahogarnos a todos en un efímero descontrol, invitándonos a un baile desenfrenado mientras el agua resbala por nuestro cuerpo. Mi interior se debatía entre salir y calarme o quedarme y cuidarte. Aquellos delirios nunca me habían abandonado, seguía siendo una loca tan cuerda o una cuerda tan loca, no lo tenía claro todavía. El éxtasis se dedicaba a invadir mi cama cada noche en forma de cuerpos. Volví a mirar a través del cristal, sobre el cual se reflejaban mis sábanas y entre ellas el deseo fugaz.



Y cuando por fin me decidí a salir, salió el Sol conmigo. Siempre me pasa que llego tarde.

viernes, 29 de marzo de 2013

"Miradas entre los dos."

Las mañanas de principios de primavera son igual de frias que cualquiera de las de invierno. Menos si tú formas parte de ellas. Imagino despertarme o que me despiertes y encontrarme tu espalda o tus ojos, mientras de fondo escucho cualquier canción de Nirvana que se mezcla con 62 latidos cada minuto. Y ahora dime, ¿cuántos lunares tiene tu espalda? ¿Cuántas veces al día rasgas las cuerdas de tu guitarra? ¿Cómo conseguiste vencer a mi despertador? ¿Por qué sigues aquí esperándome cuando sabes que siempre llego tarde?
En la mesilla la botella de tequila, mi paquete de tabaco y una lista incompleta, sobre la almohada encuentro nuestro propio cielo a pesar de que nunca soñé con él. Mi collar de cascabeles suena perdido por la habitación, y la luna descansa sobre mi muñeca. Tus manos recorren mi cuerpo y enredan mi pelo, tus ojos siguen a mis pupilas. ¿Qué más da la cantidad o la forma en la que nos queramos?
Y yo sigo aqui, colgada de mis vicios, mientras tú me miras al otro lado de las sábanas y sin quererlo sonríes.
Ahora mismo ni siquiera busco que lo entiendas.
Será verdad eso de que (d)escalzos nuestros pies siempre se llevaron bien.

lunes, 18 de marzo de 2013

Tic tac, tic tac.

Se agotó el estado de espera.
El tiempo corre, pasa, constantemente, ahora mismo, en esta vida agridulce no existe el Standby, ni el aleatorio, ni el pasar rápido, ni el volver atrás, nada que nos permita cambiar más que nosotros mismos.


lunes, 11 de marzo de 2013

Sube y sueña.

Una vez más temblaba y gritaba de rabia y frustración:
"Sueña el rey que es rey, y vive con este engaño mandando, disponiendo y gobernando; y este aplauso, que recibe prestado, en el viento escribe, y en cenizas le convierte la muerte, ¡desdicha fuerte!".
Brillaba y caía, nunca dejaba de sentir mientras me escondía entre aquel mundo extraño y bohemio.
"¿Que quizá soñando estoy, aunque despierto me veo? No sueño, pues toco y creo lo que he sido y lo que soy…"  
Los aplausos me engullían, los focos resplandecientes apuntaban únicamente a mi persona. Y entonces comprendí que aquel sitio era perfecto para mí, mi Locus Amoenus, mi lugar soñado, esperado, idealizado. Desde el suelo recité de memoria mi último papel en este juego. Y luego silencio, silencio, y una dulce voz que cantaba, mi voz rota. Suspiraba entrecortadamente, mientras miraba hacia el final pero sin ver nada. Los sentimientos se esfumaron de mi interior y allí me quedé sentada, vacía, mientras el tiempo pasaba sin que yo tuviera conciencia de ello. Mi muerte se acercaba lenta y dolorosa con el final del mundo que había creado en apenas 80 minutos. Fue entonces cuando cayó el telón.



Y una vez más me encontré allí, yo contra mí misma, ante muchas filas de butacas vacías, de mudos aplausos, en la zona donde muere el escenario.

"La vida es sueño - Calderón de la Barca."

domingo, 3 de marzo de 2013

Tras mi espejo.

Me desperté en una sala acolchada y la chica que estaba allí dentro se estaba empezando a agobiar demasiado… Bueno, mejor empecemos por el principio.
Mi nombre es Charlie, tengo 19 años y mi vida es lo que muchos definirían como perfecta. Estudio en la facultad de Psicología en Barcelona, la ciudad a la que siempre quise escapar.
Me llamo Charlie, de Charlotte. Tengo 19 años, y lo único que me ha preocupado en ese tiempo es mantener mi libertad. Mi vida es un desastre, pero por lo menos es la que yo he elegido. Vivo en Barcelona, la ciudad del arte.
Aquel viernes por la mañana fui a clase, como me tocaba habitualmente todas las mañanas. Toda mi vida había seguido las cosas que me gustaban y me motivaban y solía conseguir casi todo lo que quería. Muchos me habrían definido como la niña bien.
La luz del Sol colándose por la ventana y clavándose en mi espalda me despertó esa mañana. No reconocí las sábanas sobre las que me hallaba, sabía de sobra que no era mi cama. Creo que era viernes, no recordaba mucho de la noche anterior. A mi nariz llegó un olor a café recién hecho y a pan tostado. Busqué mi camiseta ancha de AC/DC que me cubría lo suficiente y me levanté de la cama. En la cocina mi acompañante de la noche anterior preparaba el desayuno para dos. Me excusé con la prisa y salí de aquella casa antes de que ninguno de los dos se sintiera anclado al otro. Huir del compromiso era mi ley de vida.
Al salir de clase fui a comer con mis amigas y después de dedicarle un par de horas a mis estudios me fui a clases de ballet. Casi todas las niñas se apuntan a ballet de pequeñas y luego lo abandonan por otros estilos de baile u otros deportes. Mi constancia, la relajación que sentía en cada paso y todas las alegrías que me había dado este estilo de baile me impidieron dejarlo de lado. Todo era tan delicado que parecía que cada una de las bailarinas se rompería si corriera un leve viento. Los tutús, las zapatillas, era un mundo que me entusiasmaba y sobre el que podía estar horas hablando. Después de dos horas de ballet, fui a casa y me duché.
Fui hacia mi moto, me puse el casco y como cada mañana fui hacia mi piso desde un punto cualquiera de la ciudad. Creo que yendo de cama en cama ya había estado en todos los barrios de Barcelona, eso si que era hacer turismo. Tenía el tiempo justo para llegar a casa, cambiarme e ir hasta donde daba mis clases de hip-hop a niñas pequeñas. Siempre me había gustado bailar, era una de las pocas cosas que seguía haciendo desde que era pequeña, por no decir la única. En la academia en la que aprendí, sobresalí bastante, o eso debieron pensar puesto que me ofrecieron el puesto de profesora y del que ahora vivía.
Vivía en un piso bastante grande y perfectamente ordenado, hasta el último detalle, todo limpio, cada libro en su sitio, cada CD en su caja menos el que acababa de empezar a sonar: Adele. Esta chica era mi ídolo, su voz me hacía temblar y removía todos mis sentidos.
Después de la clase, y de ver las caritas relucientes de las niñas tras haberse aprendido la coreografía entera (esos eran los únicos rostros a los que me quería acostumbrar en toda mi vida, sentir como mi rutina), me fui a casa a ducharme para volver a mi hábitat natural, la noche. De camino a casa con los cascos puestos y reventando mis oídos sonaba la rasgada voz de Kurt Cobain, la única persona a la que he llegado a admirar alguna vez.
Sonó el timbre y fui a abrir. Tras la puerta mi novio, Andrés, esperaba por mí, las 9:30, puntual como habitualmente, me dio un beso dulce, me acarició el pelo mientras me decía “Te he echado de menos pequeña”. Él era alto, guapo, rubio, listo, divertido, sensible, el chico perfecto de la vida perfecta.
Esa noche decidí ponerme mi falda de cuero y una camiseta cualquiera, total a saber donde acabaría. Sonó mi teléfono y era un número desconocido. Descolgué y lo primero que oí fue un “Princesa”, colgué rápidamente. Seguro que era el chico de esta mañana o cualquier otro que no había conseguido entenderme todavía. Tampoco me iba a preocupar.
Como un viernes de cada mes desde hacía algo más de dos años me invitó a cenar a mi restaurante italiano favorito, después habíamos quedado con nuestro grupo de amigos comunes para ir a bailar a alguna discoteca. Me encantaba rodearme de gente, me encontraba más a gusto que si estaba sola. Mis amigos y Andrés se acercaron a la barra a pedir sus chupitos y mi zumo de piña. Era la única del grupo de que ni bebía ni fumaba, nunca me había atraído lo suficiente como para probar ninguna de esas cosas.
Fui al antro de siempre, un bar al que pocos desearían entrar donde estaba gente que en el fondo era agradable y como cada noche jugamos un par de futbolines mientras el tequila corría por mi garganta. Salí un par de veces a fumar fuera para compartir con dos amigos nuestro nuevo paquete de tabaco.
Mientras se dedicaban a brindar me escaqueé al baño para retocarme un poco el maquillaje. Allí me encontré a una chica con una minifalda de cuero, unos tacones bastante considerables y una camiseta con muchísimo escote. Su pelo estaba bastante alborotado. Estaba fumando  y ni siquiera se inmutó cuando entré, sus negros ojos parecían muy profundos y en ningún momento apartó su mirada de mí. Terminé rápidamente y salí del baño, pues allí me sentía incómoda.
Al cabo de dos horas ya había vaciado 16 veces (o más, igual ya había perdido la cuenta) mi vaso. Fui al baño un poco aturdida, y allí me encontré a una niña pija, no encajaba en este ambiente. Se me quedó mirando y no separó sus ojos de los míos, nos quedamos mirando a través del espejo y no parecía tener intenciones de salir por lo que me fui de allí.
Volví con mis amigos y empezó a sonar una de mis canciones favoritas, bailamos una tras otra, mientras nos divertíamos, nos sacábamos fotos y nos despreocupábamos de todo por un par de horas. A las 3 o así decidimos marcharnos de la discoteca buscando un poco de tranquilidad.
Después de un par de chupitos y medio paquete más nos fuimos. Mi mejor amigo desde que éramos pequeños, Andrés se quedó conmigo dando un paseo. Recorrimos todo el centro y se nos ocurrió un plan que agradó a los dos.
Andrés y yo nos despedimos al rato, queríamos y necesitábamos estar solos. Me cogió de la mano y paseamos por el parque donde nos encontramos por primera vez. Nos acercamos al lago, justo donde había un pequeño puente de madera. Era el mejor lugar del mundo en ese momento. Observé nuestro reflejo en el agua.
Habíamos acabado en el parque donde siempre jugábamos de pequeños. La verdad es que no sé que habría sido de mí sin tenerle al lado siempre que le había necesitado. Hablamos de todo y de nada, conversaciones sin sentido y llegamos hasta el borde del lago, donde nos sentamos y empezamos a tirar piedras al agua, compitiendo por ver quién lograba llegar más lejos.
¡No me lo creía! La chica del baño de la discoteca se encontraba detrás de nosotros, la acababa de ver reflejada en el agua, miré rápidamente a los lados y no estaba, se había esfumado.
En la otra orilla del río volví a ver en el agua a la niña del baño, ¿llevaba siguiéndome desde entonces? Miré hacia la orilla y no estaba, me tranquilicé un poco, pero algo en mí me decía que pasaban cosas muy extrañas.
Decidí no decir nada por no alarmar a mi novio. Lo único que le dije fue que tenía frío y me gustaría ir a algún sitio algo más recogido. Él me preguntó que si me apetecía ir a su casa y pasar allí la noche, pero algo extraño en mí me llevó a mentirle diciéndole que me dolía un poco la cabeza y que lo dejáramos para la noche del sábado.
Me sentía bastante incómoda después de lo de esta chica así que le dije a mi amigo que estaba cansada, que había pasado la noche anterior fuera, ante lo que se rió y dijo: “Eso de pasar la noche en casas que no son la tuya es lo habitual desde hace unos años.” Ambos reímos, la verdad es que tenía toda la razón del mundo.
Él aceptó y se ofreció a llevarme en coche hasta mi casa. Fuimos hasta donde lo había aparcado y compartí con él un viaje más desde nuestro parque hasta el aparcamiento que estaba enfrente del portal de mi casa. Nos despedimos con un beso que parecía el final de una película romántica y me costó mucho bajarme del coche. Corrí hasta el portal para no quedarme helada y en la puerta le lancé un beso al chico con el que desde hacía un tiempo imaginaba mi futuro. Él hizo el gesto de cazarlo al vuelo y guardarlo en un bolsillo junto a su corazón.
Andrés quiso acompañarme a casa para que no fuera yo sola y para poder seguir disfrutando de nuestra compañía mutua. Creo que era la única persona que me conocía más que yo misma. Durante el camino nos pusimos a hablar de cuando éramos dos niños. ¿Quién iba a decir que acabaríamos así? Sus padres murieron hace 3 años en un accidente de coche y los míos no querían saber nada de mí, no conseguían entenderme, así que era como si no tuviera familia. Llegamos a mi portal, donde nos despedimos con un fuerte abrazo y un “Nos vemos mañana en el lugar de siempre y a la hora de siempre”
Entré rápido y subí hasta el 4º. Abrí la puerta y ya estaba en casa, eran las 5. Después de desvestirme, ponerme el pijama y leer un mensaje de Andrés que me sacó una gran sonrisa fui al baño dispuesta a desmaquillarme. 
Eran las 5 de la madrugada, que raro se me hacía encontrarme en casa a esas horas. Mientras me quitaba la ropa dejándola tirada por el pasillo me ponía mi pijama: Una camiseta ancha de los Ramones. Me encaminé hacia el baño dispuesta a meterme lo antes posible en la cama.
Sentí auténtico pánico al ver en el baño de mi casa a la chica de la minifalda de cuero. ¿Cómo había entrado? ¿Y que quería de mí? Chillé y me puse a golpearla como una loca mientras gritaba y lloraba, tenía miedo, mucho miedo.
Nada más encender la luz, un grito resonó por todo el piso, ¿qué hacía allí la chica esa? No era posible, ¿qué estaba pasando allí? Sin pensarlo me lancé contra ella con la intención de inmovilizarla para saber que estaba pasando allí. El terror empezó a apoderarse de mí.
Paré cuando mis manos empezaron a sangrar y me senté en el suelo del baño histérica, al borde de un ataque de ansiedad.
Un líquido rojo empezó a manar de unos cortes en mis manos, sangre. No sé de donde había salido ni por qué, y empecé a preocuparme.
Miré al frente y tras el espejo me miraba la chica de ojos negros y melena despeinada. Tenía el maquillaje corrido de las lágrimas, un gesto de dolor, arañazos en los brazos y sus manos llenas de sangre. Entonces me di cuenta de que esa misma era yo.
Miré al espejo, a través de él encontré a la niña sentada en el suelo, en la misma postura que yo. Tenía exactamente los mismos cortes en las manos que no paraban de sangrar. En ese momento, comprendí que mi enemigo era el espejo, estaba dentro del espejo, mi enemigo era yo.

Después de tranquilizarme un poco pensé en no contarle a nadie lo sucedido, pero necesitaba ayuda profesional y de la gente cercana a mí. Llamé a Andrés, que por suerte seguía despierto y se lo conté todo. Él me dijo que me quedara quieta que ahora mismo venía hacia aquí para ayudarme. Llegó y se encontró la puerta abierta. Me encontró tirada en el baño, con los pelos más alborotados de lo normal y la piel muy blanca bañada en sangre que no paraba de correr sobre mis muñecas. Me ayudó a levantarme y a volver al mundo. Me vestí y me llevó al hospital donde me curarían las heridas. Mientras, él debió hablar con alguna de las enfermeras sobre lo que le había contado camino al hospital y lo que había visto en el baño de mi casa: el espejo roto a puñetazos, mi ausencia del mundo real, la chica que me seguía, y todo aquello que parecía sacado de una película de terror. Yo me hallaba en estado de shock, y los enfermeros me miraban con cara de preocupación, no lograban explicarse como una chica aparentemente normal podía sufrir esto.
Me llevaron a ver a un psicólogo que me hizo pasar el test psicotécnico como un mero trámite para poder internarme. El problema o igual el beneficio que suponía para mí estudiar psicología era que me sabía casi todos los resultados que diría una persona cuerda por lo que los recité de memoria. Aún así quisieron internarme al menos mientras les comunicaban la noticia a mis padres. La camisa de fuerza y la sala acolchada me quitaron todo por lo que realmente había luchado en mi vida, mi libertad. Lloré mucho de la impotencia y la rabio que me daba luchar en vano contra mi enfermedad y contra lo que ahora mismo me estaba aprisionando. Entre sollozo y sollozo caí rendida, llevaba prácticamente dos días sin dormir.
Me desperté en una sala acolchada y la chica que estaba allí dentro se estaba empezando a agobiar demasiado, por desgracia esa chica era yo. No recordaba nada de las dos últimas horas, se abrió una puerta y entraron mis padres. El psicólogo les había dicho que sufría una esquizofrenia grave, pero que no podía internarme sin mi consentimiento, puesto que en el test no di ningún signo de ello. Me negué rotundamente y pedí salir de allí lo antes posible. Mis padres preocupados intentaron razonar conmigo pero yo no atendía a nada más que volver a ver el mundo fuera de esa sala y poder estirar los brazos de una vez.
Andrés me esperaba fuera con el coche para llevarme a mi casa y cuidar de mí, pero le dije que necesitaba ver antes a una persona a solas. Me llevó a casa de un amigo que vendía pistolas sin registrar, y que como aún no se había enterado de nada accedió a vendérmela. La escondí en el bolso y volví a casa acompañada de mi amigo que se paró en el supermercado mientras me dejaba subir a casa porque me encontraba cansada. Rápidamente me encerré de modo que nadie pudiera entrar. Cogí un papel y un bolígrafo y escribí como carta de despedida: “Luché por mi libertad hasta el momento en que la muerte fría y dolorosa me acarició y me sedujo para llevarme con ella. Nunca dejaría que nadie me la quitase, es lo único por lo que he seguido luchando día tras día. La libertad siempre fue mi única rutina, y si ella decide que debo morir para salvarla así lo haré. Gracias por entenderme y por no hacerlo también”.
Dejé la nota junto a mi cama, acerqué la pistola al lateral de mi frente y tras recitar una vez más a dúo con Cobain mi canción predilecta de Nirvana apreté el gatillo sin pensarlo. Lo último que sentí fue el cálido abrazo de una bala en mi sien y la ardiente sangre que empezó a correr alegre y tristemente por mi piel.
Primero empezó la tormenta y al fin llegó la calma.

martes, 26 de febrero de 2013

"Porque nunca es mi minutero, nunca es mi noche, ni mi palabra, ni mi poema. Nunca tu sudor, ni tu camino. Nunca tu lamento, ni tu abandono. Nunca mi sino, porque nunca… Nunca… es mi nombre."
Nunca lograremos ser nosotros, nunca será tu espalda la que me encuentre en mis rutinas, nunca serán mis ruinas las que intentes reconstruir, nunca serán tus sonrisas las que aparezcan cuando me río y nunca serán mis lágrimas las que quieras consolar. Nunca, nunca, nunca será la única palabra que consiga venir conmigo.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Tratar las noches como una excusa.




"Porque ojalá alguien viese como yo de qué manera se encoge el mundo cada vez que te encoges de hombros."
Porque ojalá alguien se dedicara a contar el número de veces que sonríes pasado un día malo, o los centímetros que me separan de tu mirada y el número de latidos de tu corazón en estado de reposo.
Ojalá alguien notase cuando tu día ha sido malo, cuando te sobran motivos para ser feliz y cuando no sabes que decir a las cosas.
Ojalá alguien alguien supiese donde tiene que acariciarte exactamente para morir entre cosquillas, como eres cuando eres tú mismo, y las maneras que tienes.
Ojalá alguien viese la curva que ilumina tu cara cuando sonríes, la forma de rozar las cuerdas de la guitarra, y tu pelo rodando por tu espalda.
Ojalá alguien conociese tu voz en formato gemido, el olor de tu colonia cuando pasas al lado y el roce tu cuerpo.

domingo, 3 de febrero de 2013

No quiero hablar de mis victorias o derrotas.

Tengo una larga lista de batallas perdidas y la verdad es que no me arrepiento de ello, pues por eso soy más fuerte, he aprendido a luchar con más fuerza y a elegir por qué o por quién merece la pena luchar, esta es mi lista que contiene por lo que yo lucharía. Merece la pena poner todas las cartas sobre la mesa por una pizca de libertad, por poder hacer lo que quieras. Merece la pena luchar por un mundo más ameno y por un lugar donde haya más soñadores que egoístas. Merece la pena luchar por las cosas imposibles e improbables, por los atardeceres de verano, porque existan (al menos) 5 veces el número de canciones que de armas y que personas dispuestas a matar. Merece la pena luchar porque los niños de hoy sean los soñadores de mañana, sin excepciones. Merece la pena luchar porque podamos despertar al lado de la persona que queramos cada mañana, por buscarlas en la oscuridad, por las personas que lucharían por ti. Merece la pena luchar por ver la Luna cada noche, por la música (amable compañera de noches frías) y por el doble de sonrisas que de lágrimas. Merece la pena luchar por no tener miedo, ni sentir odio, ni empezar miles de guerras (que gran contradicción) También lucho por la zona donde acaba el escenario, por no ver derramar una lágrima a gente que se merece solo sonreír (ellos saben quienes son), y por los mordiscos que sorprenden. Lucho por un mundo en el que las cosas más importantes no fueran números (kilómetros, edades, alturas...), por no ser, ni oír ni dar. Lucho por un mundo donde las niñas no se crean princesas. Lucho por un mundo donde pasear junto al mar y sentir la arena entre mis dedos. Lucho por vivir tras la espesura del chaparrón, por el cigarro de después y porque no nos importe que nos despeine el viento. Y por último lucharé porque salir de tu ombligo no merezca la pena.

Y tú, ¿estás preparado para luchar?

miércoles, 30 de enero de 2013

No soy más que aquel colgado que una vez te hizo soñar.

Seis de la mañana, mis sueños reposan sobre la almohada al lado tu cabeza, todavía estás dormido. La radio sigue encendida, en estos momentos suena "In Bloom", eterna y grande Nirvana. Te miro, me apetecería pasar mis dedos por cada recoveco de tu sonrisa, acariciarte el pelo y arañarte en la espalda, pero no quiero despertarte. Su boca, sus ojos, sus pestañas, sus manos, su ombligo, se habían vuelto más necesarios que el tequila de buenas noches, no quiero irme de él, no quería. Vuelvo a apoyar mi cabeza junto a la tuya y poco a poco vuelvo a cerrar mis ojos, los sueños regresan a mí mientras comienza a sonar "21 Guns" de Green Day.

Abro los ojos y la observo dormir, es preciosa, una persona que hacía 20 horas no sabía ni que existía había conseguido provocarme más sensaciones que personas que conocía desde pequeño, ¿era posible? Escucho "Let it be" que ahora mismo está sonando en la radio, me gustaría poder hablar con ella, nunca me había gustado tanto escuchar a una persona, necesitaba su voz, pero ahora no era el momento. Giré mi cabeza y vi los primeros rayos de Sol entrar por la ventana, nuestra vida juntos estaba terminando. Volví a mirarla y coloqué mi cabeza muy cerca de la suya, cerré los ojos y me sumí en el sueño con Aerosmith y su "I don't wanna miss a thing" de fondo.

Cuando ambos despertaron ninguno de los dos se movió, se quedaron así, abrazados, pensando que cuando el otro despertara vendría la despedida. La radio seguía sonando, especialmente con "Entre nosotros" de Pignoise, el HASTA NUNCA estaba por llegar, sin decir "te quiero", sonaría muy falso, sin echar de menos y cada uno por su camino, definitivamente, fue nuestro gran error, el no saber llamar a tiempo. Disfrutando de nuestros minutos de gloria y desdicha, terminó así la vida que nunca comenzamos, amarrados el uno al otro.

viernes, 25 de enero de 2013

Nevermind.


"La primera vez que vio el cielo fue exactamente seis horas y cincuenta y siete minutos después del instante en que una generación entera se enamoró de el."

Pienso que la juventud solo dura hasta los 27, a partir de ese momento junto a la juventud se va la vida también. - Kurt Cobain


miércoles, 16 de enero de 2013

Heridas del Rock'n'Roll.

"Después de 17 años, girando en torno a las canciones, esta es nuestra vida, lo que más amamos, nos hemos acostumbrado a las resacas homicidas, a los hoteles de paso, amamos el olor a asfalto, aunque todavía no soportemos los aviones. Y sobre todo, no aguanto las putas heridas del rock'n'roll."
ARRIESGATE, PERO CON ALGUIEN, A VIVIR.
En estos años he acabado acostumbrándome a gente que no dice lo que piensa, a mil mentiras, a sonatas sin sentido, a gente que no lucha por lo que quiere y que no se aferra a sus ideales. Me he acostumbrado a las mentiras y al sabor de las lágrimas ajenas. Me he acostumbrado a viajes de ida y vuelta, a los círculos viciosos, y a personas de una sola noche. Acostumbrada también a tener agujetas de tanto sonreír, a que la gente se sorprenda al mirarme a los ojos. Me he acostumbrado al estado de espera, al trasegar, a los noviembres lluviosos, al paquí pallá, y a la mezcla de sonrisas y rock'n'roll (pero también a sus heridas). Me he acostumbrado a que me de igual mojarme si llueve. Me he acostumbrado a no decir "te quiero", a andar sobre una cuerda floja y no un camino, a tratar de vivir mis sueños, aunque me arriesgue a perderlos. Me he acostumbrado al punto muerto, a la marcha atrás, a la doble dirección de las palabras, a los pasos perdidos y a las tardes de Domingo. Me he acabado acostumbrando a las despedidas,  a un baile desenfrenado, al ritmo de un tango suicida y también al vals del adiós. Y por último me he acostumbrado a mi complejo de Peter Pan, a Cenicientas que lloran por perder sus zapatos, e incluso a ver Venecia sin agua.

Ahora solo quiero acostumbrarme a una sola cosa. Acostumbrarme, arriesgarme a ti, diariamente. Acostumbrarme a levantarte todos los días con una sonrisa, y desayunar de besos, a palabras y palabras, a sorpresas y a pequeñas dosis de felicidad en estado puro. Al fin y al cabo, me acostumbraré a echarte de menos cuando no estés, a necesitar tu sonrisa sobre mis labios, a ti en mi cama. Me acostumbraré al que pierdas la cabeza por mi cintura, y a que la luna se muera de la envidia por no tenerte sobre su almohada, espero que te parezca suficiente, a mí me parece un sueño.
¿QUIÉN ES EL ENCARGADO DE AMUEBLARTE EL CORAZÓN, PRINCESA?


jueves, 10 de enero de 2013

Cuanto más lejos estás más me cuesta respirar.


"El silencio es no explotar en tus manos, el silencio es no pensar, es lo que queda si te vas."
Sólo nosotros somos los culpables de que la gente se largue de nuestras vidas, vale, sé que los siempre son una especie de cuento, no existen, lo tengo comprobado, pero también he comprobado que una persona no se va del todo mientras la recuerdes, y eso está ahí, ahí quedan todas las sonrisas, todos los momentos, los abrazos, las caricias y las estúpidas despedidas.
Sé que no voy a estar siempre presente en la vida de nadie, pero te pediré un único y quizás último favor, nunca me eches de tu vida, mantenme, mantente, de la forma que quieras, pero hazlo, aunque sea en simples recuerdos, o en el fondo de una copa de alcohol, en el humo de tu cigarro de madrugada, en cada sonrisa de la gente, o simplemente en cada canción que escucharas junto a mí. Pero no pierdas la ocasión de sonreír por cualquier cosa, no dejes que nadie te cambie, y tampoco dejes que cualquiera te haga llorar.
Sabes que nunca fui una chica corriente, que pocas veces me oirás decir "te quiero", no me gusta anclarme a nada ni a nadie, diría que me da hasta miedo, me gustaría pedirte que no te fueras y que siempre estuvieras ahí para morderme y sonreírme, pero se que es probablemente imposible, así que solo quiero que no me olvides, que no olvides a la pequeña chica de pelo rizado, ojos negros y que no es capaz de parar de sonreír.

domingo, 6 de enero de 2013

Algo tan sencillo como hacerte feliz.

 ¿Y cual sera el próximo "reto"? ¿Darte los buenos días todas las mañanas? ¿Decirte te quiero 100 veces al día? ¿Despertarme cada mañana a tu lado? ¿Demostrar lo mismo de 50 maneras distintas? ¿Escribir algo en cada puente de la ciudad? ¿Escribir algo tan largo que ocupe 20 folios? ¿Ver cada día un amanecer? ¿Morderte todas las tardes? ¿Acariciar tu mano mientras recorremos una calle larga? ¿Sentarnos una tarde entera frente al mar? ¿Dibujar cien cosas sobre tu espalda? ¿Estar tan cerca como para escuchar durante una hora el número de veces que late tu corazón? Se me ocurren mil cosas más, pero ¿sabes? Todas llevan a lo mismo, a algo tan sencillo como hacerte feliz.

Que bonito eso de saber que a cada paso que yo dé lo darás tú también.

Siempre así.