OHANA SIGNIFICA FAMILIA, FAMILIA QUE NO SE OLVIDA Y QUE SIEMPRE ESTARÁ JUNTA.
Nos querremos mas que a nadie pa' que no corra ni el aire entre tú y yo.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Las cosas que nunca dije.

Nunca escribiste sobre lo que es ver despertar a alguien, sobre el amor, las canciones tristes o los sueños rotos. Sobre dormir abrazada llorando a la almohada, sobre que tu piel sean todo cicatrices de guerras de dientes y besos, de camas y versos. Pero tranquilo, yo ya he escrito mucho sobre eso. Nunca contaste sobre los Domingos de acción, sobre un vals desenfrenado, sobre las acampadas en el Sol y nuestros días en la mismísima luna, sobre las espaldas que se parecían a la mía, pero que no tenían mis lunares, sobre el beso en la frente, sobre anochecer. Nunca cantaste sobre los amigos que son hogar, los labios que son persona, amanecer desnudos, vivir luchando, ser una canción y sentir un momento. Nunca pensaste en sentir sobre un escenario completamente vacío, o en volver a quien fue dolor, en bailar descalzos bajo la tormenta más loca de verano, Nunca dijiste "te quiero" en el momento adecuado, muy tarde, demasiado pronto, lo que es oír tus tacones por el pasillo. Nunca dijiste nada sobre (sobre)volar.
Porque nunca será tu espalda la de mis rutinas, nunca serán mis ruinas las que reconstruya (cualquiera).

miércoles, 1 de octubre de 2014

“Una petición es un poema y un poema es una petición.” - The dreamers.

Enrédame en tus manos
como si no quisieras que me fuera,
como si el Sol no matara
cada lunar de mi espalda
entre las sábanas.

Acércate a la luna
y observa su cruel belleza.
Duerme
en las nubes de mi pelo. 
Refúgiate en mí
(como si hubiera una guerra fuera).

Arráncame de las sábanas. 
No me dejes respirar,
aguantar,
despertar,
volver,
sola.

Mírate,
iluso,
desesperado,
impaciente,
increíble.

Bésame
dejándome sin aire,
prendiendo fuego
a un pedazo de hielo.
Imposible.

Se mi calor
en las camas,
noches,
madrugadas,
sonrisas
(y no solo las frías).

Baila conmigo la danza
de la lluvia en verano,
como si fuera una nueva
revolución,
rebelión.

Pero no te enamores.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Ahora que llega el frío.

Hace tiempo que no veo su figura difuminada bailando en la cornisa de la ventana. Casi han pasado las mismas horas desde que el frío y el invierno, el blanco y el vaho solo quieren vivir conmigo. La verdad es que he llegado a pensar en echarle de menos, pero acabé descartando siempre esa absurda idea.
Será cierto eso de que con los pies fríos no se piensa bien. Y de repente, vuelo, vuelo a tal velocidad que temo estamparme contra mí misma, pura piedra. Tú, en cambio, que no parabas de volar por eso de ser aire, emprendiste tu último vuelo y ahora no despegas los pies de la tierra. Que ironía, hipocresía.
Escucho a gritos y a voces mi canción y tu voz sigue desangrando(me) cada amanecer. Añoro esa postura de femme fatale que nunca tuve. No pensaba que la autodestrucción pudiera llegar a ser tan agradable.
De todas formas, seguro que sigues deshojando margaritas, oliendo las páginas de los libros nuevos de poesía (de cualquier otra). Pero aún así, ¿qué coño saben las flores de la primavera?, ¿qué cojones sabe la poesía de ti? Nada, ni siquiera yo lo sé, a pesar de intuir que la mezcla de ambas podría ser mi cielo, a pesar de saber que nunca creeré en él.
Hoy he vuelto a nuestro bar, a dos pisos del suelo, y a tres palmos de las nubes, y sobre la mesa de siempre vuelve a reposar el libro de Escandar, al lado de un café con leche que quema demasiado. Al menos él ha encontrado la manera de arder.
Y yo, ilusa, sigo esperando que subas esas putas escaleras, amarrado a una cerveza, sonriendo como siempre, o como nunca, y que te pares a mirar por la ventana, fingiendo tener el mundo a tus pies. Pero bueno, aquí sigo, en la mesa de siempre, con el libro de siempre, la taza de café de siempre, escribiendo lo de siempre, y como siempre, huyendo del frío invierno.


miércoles, 27 de agosto de 2014

Noches.

La noche cae sobre tus clavículas mientras te vistes de blanco y sonríes a la luna de las noches en vela. Y lo único que consigues es bailar con ella, sin ti. Luna, que sigues al pie del cañon, de noche en noche, de juerga en juerga, de cama en cama, de vida en vida, de boca en boca, de susurro en susurro, de ti en mí. Creces, desesperada por ver, por liberar(te), por vivir, por crecer, por sentir, por soñar, por creer. Pero los besos de los que nunca vuelven se quedaron en tus clavículas, pequeña, latiendo como un disparo a quemarropa, quemando como el hielo, susurrando palabras de odio y desamor. Desamor, ¿de verdad existes o eres tan solo un invento para hacerlo todo más bonito o menos auténtico? ¿Qué importa? ¿Algo realmente importa? Tú sigues tan tú, y yo sigo quitandome de mí mismo.

La noche cae
sobre tus clavículas
como vistiendo primaveras.
Y yo, solo yo.

jueves, 10 de julio de 2014

Y la puerta sigue abierta.

Pasa, la puerta está abierta,
aunque antes preferías entrar
por la ventana, sin llamar,
de golpe y porrazo.

Adelante, destroza,
una vez más,
la imagen de mí mismo,
el vuelo de tu mano,
el azul, el verano.

Arañaste mi capa de heroína
y desde entonces no vuelo,
ni nadie se siente volar conmigo.

Poeta, tú,
que me vestías y desvestías
de versos baratos y perfumados
de burdel nocturno,
adelante.

Álter ego, me miras desde el espejo
lleno de reproches y grietas,
me invades por las noches,
me arrullas, te calmo,
me besas y te acojo en mí.

Luna, fría y altiva,
inerte, danzarina, nocturna,
agitas los vuelos de mi falda
y te cuelgas de mis sueños,
de tu pecho.

Ruinas, que solías llamar mundo.
Poemas, que solías decir míos.
Rutinas, que solías salvar.
Poetas, que querían cantar.

La puerta sigue abierta,
yo sigo tumbada en mi cama,
tú sigues siendo poeta,
pero ya no estás en mis besos,
ya no estoy en tus versos.


jueves, 26 de junio de 2014

Aires de poeta.

Luna esconde la cara
para no ver al que 
hace tiempo fue su abrigo.
Cuando se encuentra sola
por las noches, se acurruca
en mi pecho blanco.


Luna oculta su mirada
de los ojos de la gente corriente
porque hace tiempo que va
sola por la carretera de mi risa.
Se acomoda entre tus brazos
como hacía antes de ayer.


Luna se baña en las cenizas
que envuelven mi cama desde
que te has marchado y yo, solo,
vuelvo a escribir sobre las sábanas
que han perdido su color azul,
vuelvo a la magia de las letras desordenadas.


Luna, fiel compañera de las noches
de insomnio y poesía, sin besos
capaces de salvarte de sus ojos
negros azabache y su boca
color rojo amapola, toda mía.
Lo era. Hoy no.


Luna se ha perdido entre mis recuerdos
que no son más que poemas,
canciones y cartas escritos
con mala letra y guardados
en un cajón, dibujando
te, de colores, pero sin cera azul.


Luna se despide cada amanecer
porque no está segura de
que vaya a volver sin cicatriz,
sin canciones tristes (que duelan).
Anoche Luna disparó directo
al pecho que alguna vez fue su hogar.

miércoles, 25 de junio de 2014

jueves, 5 de junio de 2014

Come what may.

A ella le gusta el mes de Junio. Le gusta cuando se viste con el sonido que produce el vuelo de su falda. Le gusta cuando se pinta los labios de rojo mientras escucha So payaso de Extremoduro. Le gusta cuando se asoma a la ventana y no es el frío quien la recibe cortando sus labios, sino el sol acariciando sus sonrosadas mejillas.
Ella baja los escalones como si tuviera las puntas de ballet en los pies y sale a la calle. Y cruza los pasos de cebra pisando solo las rayas blancas.
Ella se para en mitad de la Gran Vía con un café entre las manos y sonríe a todos los desconocidos que encuentra. Y se pone a bailar cuando escucha rock.
Ella escribe todo lo que se le ocurre en su cuaderno negro, con boli negro y con un gato negro pintado en la primera página. Y mientras escribe esconde su cara entre los rizos de su pelo.
Ella baila debajo de las tormentas cómo si pudiera salvar a todo el mundo, pero no es capaz ni de cuidarse a sí misma. Y hace tiempo que esconde su traje de heroína.
Ella se enamora de las amapolas que recorren su jardín. Y le gusta adornarse el pelo con margaritas, pero no le gusta jugar a "¿me quiere?, ¿no me quiere?" porque dice que las margaritas saben del amor, tanto como la mayoría de los hombres, nada.
Ella no busca a ningún poeta que la vista en versos y la desvista a medianoche. Y sin embargo, muchos la tienen como su musa.
Ella habla con la luna cuando por las noches se siente sola. Y acaricia a su gato achuchándolo entre sus brazos.
Y ella es la poesía de Junio más bonita que nadie ha escrito jamás.

miércoles, 14 de mayo de 2014

Esa mezcla de sonrisas (y rock'n'roll).

Sé cómo sonríes cuando te dicen algo bonito,
y cuando te has pasado con la cerveza.
Sé cómo sonríes a la suerte,
a la vida y a la libertad,
cómo cuando sueñas,
cómo cuando tienes un buen día
y cuando no te apetece levantarte de la cama
por tenerme al lado.

Sé cómo sonríes al amanecer,
enredado entre las sábanas
y buscándome pegada a ti.
Sé cómo sonríes a los gatos negros,
cada noche de diciembre
acurrucado en mi calor,
cuando camuflas la cara entre mis rizos
y cuando me coges en brazos
sin intención de dejarme caer.

Sé cómo sonríes al rozar
las cuerdas de tu guitarra,
y en las duchas compartidas
sin canciones desafinadas.
Sé cómo sonríes
con 65 palabras exactas,
con mi voz al otro lado de la línea
y al otro lado de tu espalda.

Sé cómo sonríes a la primavera
disfraza de amapolas,
a las canciones que te recuerdan algo,
a los lunares que encuentras en mi espalda.
Sé cómo sonríes cuando te callan
(con palabras o con besos),
a la puerta de mi casa.

Sé cómo sonríes a la Luna
cuando resplandece en el cielo
las noches de Agosto
y cuando te acompaña
cada noche sobre tu pecho.
cómo sonríes cuando el Sol
acaricia tu piel por las mañanas.

Sé cómo sonríes cuando llevo pintalabios
y no te puedes resistir a quitarmelo
en 5 minutos,
casi ahogándome entre tus besos.
Sé como sonríes a la tristeza
cuando amenaza con enfriarte
hasta los huesos y la rechazas
por mí.

Sé cómo has sonreído ahora
al leer todas las tonterías
que he podido llegar a escribir
solo sobre ti, para ti.

lunes, 5 de mayo de 2014

Maravillas, o eso dicen.

La sonrisa de Cheshire. Convertir un martes en azul, por eso de que "El azul es un color cálido". El libro que descansa sobre tus piernas de madrugada. Las ojeras de una noche riendo. Todas y cada una de las formas de escapar, contigo, de ti. La luna cuando no se ve o cuando se muere. La poesía que nadie es capaz de recitar, de repetir. La deliranza. Follarnos hasta creernos ceniza. El calor de las noches de Diciembre. Las horas muertas del mes de Abril, maldito Abril. Despertarse por las mañanas escuchando Here comes the sun. Las noches en vela llenando folios de tonterías absurdas. Los labios color rojo, como si hubieras besado una amapola. Las huellas dactilares de los espejos rotos. Los libros ajados, gastados, llenos de recuerdos y los nuevos con sus nuevos olores y sus páginas blancas e impolutas. Un vestido verde por los suelos. La voz de Springsteen sobre la almohada. Tus Converse blancas sobre un césped de margaritas. Mis dedos en tu cuerpo, interpretando la mejor obra para piano que jamás se escribirá. Los barrancos detrás de los que se esconde el mar. Los martes 13. Las tardes de colegas y cerveza. Mis clavículas llenas de mordiscos. Sweet Child O' Mine en los amaneceres de verano. Confiar en volar y no darse la ostia. El caos absoluto. La sonrisa de Amelie Poulain. Ser todo menos miedo. El cruce de miradas en una sala llena de gente. Las pestañas húmedas. Quedarse despierto por ver como alguien amanece enredado entre tus sábanas. Abrazar a alguien junto a las vías de un tren. La gente que no utiliza excusas. Bailar con la persona equivocada mil y una veces. Atardecer en tu mirada. Que se te erice la piel. Los diluvios. Un campo de girasoles. Los brazos que se hacen hogar. Que te hagan sonreír un día nublado. El silencio. El café que se queda frío cuando desayunamos juntos por las mañanas. El vaho de los cristales. Los acordes de tu felicidad. Nuestros pies descalzos bajo la misma manta.

sábado, 19 de abril de 2014

Pólvora.

Bailaba a la luz de la luna cuando pensaba que nadie la veía. Subía a la azotea y se imaginaba como público todas las luces parpadeantes de Madrid. Se ahogaba en el café de las mañanas y en el ron con hielo de las noches. Echaba de menos el hogar de sus brazos. Leía cada noche hasta la madrugada. El Sol la hacía sonrojar. Cuando echaba una ojeada a su caja de recuerdos lloraba de alegría. Escribía a lápiz al final de sus libros favoritos breves historias. Subía en ascensor hasta el primero y los cuatro pisos siguientes corría por la escalera. Hacía fotos con acuarelas. Odiaba dormir acompañada de alguien si no sabía su nombre, color favorito y canción que le hiciera llorar. Acumulaba sus recuerdos en hojas, piedras, tréboles, libros y papeles. Y tenía a la esperanza encerrada en el segundo cajón de su mesilla con tal de no perderla. Tenía restos de pintalabios rojo y felicidad por la cara. Empezaba a leer los libros de poemas por la mitad. Se calaba en las tormentas de verano. Encendía una vela en los momentos tristes. Subrayaba palabras al azar en color amarillo. Escuchaba poemas e imaginaba ser la musa. Conocía una ciudad por sus callejones. Y siempre encontraba la magia de Madrid. Cuando se emborrachaba iba a la estación de tren buscando un billete solo de huida. Dejaba al Sol atrapar su pelo, y a la luna atrapar sus ganas. Echaba de menos. Se tumbaba en la hierba fresca cada amanecer. Se sentaba en el sexto banco de cada avenida. Le gustaban los vestidos que atrapaban sus piernas entre tanto vuelo. Adoraba sus Converse rotas y nunca vestía zapatitos de tacón. Esperaba ansiosa los Martes 13. Sonreía al recordar París. Se enamoraba de Roma cada vez que la veía nombrada, fotografiada o recién llegada. Pero Madrid... Cuando estaba nerviosa no hacía más que acariciar su pelo. Se mordía el labio inferior y agachaba la mirada si alguien le decía algo bonito. Dormía acurrucada entre las sábanas y le costaba separarse de ellas. Paseaba por Gran Vía como quien baila en un desfile de Carnaval. Adoraba las películas de dibujos animados y odiaba que un final la hiciera llorar. Era musa de tantas canciones que ni ella lo sabía.

miércoles, 26 de marzo de 2014

"Nunca creímos en el cielo."

Aquella madrugada fue el inicio de nuestras muertes individuales, nunca creímos en el amor, nunca pretendimos construir nuestro propio cielo, sólo buscábamos calor, refugio de la lluvia y del frío que había en nuestra armadura oxidada, una armadura que nos había protegido del dolor y del desgarro. No tuvimos valor, ni tiempo, tal vez pocas ganas, la cosa es que la s del adiós fue como veneno. Un veneno que congelaba nuestras venas, que nos otorgaba una nueva armadura, más fuerte, mas brillante, más dura, más cerrada, menos nosotros.
Un año después estoy en el mismo bar, a la misma hora, escribiendo esto en una servilleta de papel, esperando verte aparecer, con tus andares como si bailaras, con tu aire de revolución y tu gorro negro. Y volver a fijarme en tu risa, que parece el viento moviendo las ramas desnudas del invierno. Y de esto que tu sitio sigue vacío, igual que mi cama. Cobarde.

viernes, 14 de marzo de 2014

Despertaba cada día con la compañía del vacío que dejabas al no despertarte entre mis sábanas.
Mis duchas eran todas de agua fría.
Los cafés solos.
Me vestía yo sola.
Y todas y cada una de esas mañanas, no estabas.

jueves, 6 de marzo de 2014

Las cosas que me separaron de ti - Marwan

"Primero
y como motivo principal
fueron nuestros corazones se fruta verde
incapaces de ser masticados.
El frío que hacía a tres manzanas de tu vida.
Mi alergia al compromiso, tu alergia a verte sola.
Mis ganas de saber qué películas
estaban en cartelera bajo otras faldas.
Encontrar solo el recuerdo del recuerdo
del recuerdo de lo que andábamos buscando.
Lo mucho que nos parecíamos a las parejas
a las que no nos gustaría parecernos.
Nuestra forma de no encontrar la forma de hacerlo de otra forma.
No querer que me recordaras como un cabrón
por haberte seguido sin amarte.
Pensar que ya sólo podríamos aspirar a victorias minúsculas.
Nuestra forma de hacer del amor un deporte de riesgo.
Escribo estas líneas
porque nunca fui del todo justo
cuando te culpé de todo a ti."
La triste historia de tu cuerpo sobre el mío.

domingo, 16 de febrero de 2014

Indestructibles, ¿no?

Al menos todo eso decíamos cuando veíamos la foto de carnet que sobresalía del libro más bonito que jamás se había escrito, cuando nos encontrábamos al doblar cualquier esquina, cuando no nos conocíamos, cuando después de follar durante toda la noche mirábamos al techo pensando que algún día las estrellas lo atravesarían, cada vez que la luna despuntaba en el azul del cielo, cuando bailábamos nuestra canción favorita y acabábamos tirados por el suelo, riendo y sin aliento entre beso y beso, cuando me decías que mi caos superaba a los relámpagos en una tormenta, cuando contábamos las gotas de agua que morían en la mampara de la ducha, cuando me encontraba entre tu espalda y la pared, cuando me besabas y yo tarareaba Knocking on heaven's door, cuando escribías mi nombre en el vaho de la ventana, cuando eras un mordisco suave después de un polvo y yo bailaba en los hoyuelos que se forman cuando sonríes.
De verdad, ¿sigues creyendo que no nos destruimos?

domingo, 2 de febrero de 2014

Hoy venía a escribir sobre la inexistencia de la felicidad pero me rindo teniendo su mensaje de buenos días, sus silencios, su calor, sus prisas y sus pausas, su debilidad, su sin sentido, sus cicatrices. Que hipocresía, que ironía, que tú.
Porque hay buenos días que arreglan hasta un Lunes, silencios que dicen más que todas las palabras que pueda tener aquí escritas, calores que derretirían hasta los casquetes polares, tiempo que no desgasta, debilidades que arañan, sin sentidos que colocan más que un chute de heroína, cicatrices que bueno, son sólo cicatrices.
Y hay personas que se convierten en superhéroes, sin capa y sin disfraz, pero que llegan y te salvan hasta del abismo más oscuro. Y luego estás tú, que eres eso, tú.

martes, 14 de enero de 2014

Merci bien.

Podría acostumbrarme a eso de sentir tus latidos pegados a mi espalda mientras tu brazo derecho me rodea y me acerca un poco más a ti. A eso de que tu calor impacte en mi nuca, al compás de tu respiración, y que ese calor llegue hasta el dedo meñique del pie. Y escuchar cualquier canción que parezca hablar de esas noches, pese a que en la habitación rebota el silencio. Fuera hacía frío, pues el invierno abría sus fauces intentando atrapar a la gente con el corazón alicatado (la de veces que había venido a hacerme compañía y cuán amigo era mío antes de esto, antes de ti).
Tu espalda formaba las mejores calles, mejores que las de Roma incluso, sobre las que paseé con los labios. Me habías besado en ellos tantas veces que ya sabían a ti y no a mí, mientras que yo me había dedicado a dejar los míos caer sobre tus clavículas, desde la salida de emergencia de un avión precipitado. Y allí respiraban, dormían, latían a tu compás. Hasta ellos se habían acostumbrado a ti.
Abrir los ojos sin haber dormido en toda la noche y que al girarme te encuentre de frente, con tus ojos clavados en mí, y poesía despegando de tus labios en forma de "Buenos días" y que razón. No olía a café, ni a rosas, ni a ninguna de esas cosas que solemos encontrar por ahí escritas. Era algo mejor. Olía a sábanas blancas, a tu risa mañanera, a la voz ronca que tenías al despertar, a las ojeras de no dormir y juro que nunca había olido nada más delicioso. Y a pesar de estar cerrada, los rayos de Sol que entraron por la ventana esa mañana de Domingo murieron sobre tu cuerpo, al igual que yo.
Y así es como me haces calor para tus noches de invierno.

Que bonito eso de saber que a cada paso que yo dé lo darás tú también.

Siempre así.