Me levanté esta mañana y tuve un extraño vacío, me olía a
café, a la marca que tú desayunabas siempre, cada mañana después de despertarte, a ese
café para dos que a menudo subías en una bandeja para despertarme y desayunar en la cama,
"como las princesas, porque tú eres mi princesa, única", tú decías. Me puse tu camisa, y encima la sudadera, fría madrugada de mayo, aunque sea un mes caluroso, bajé a la cocina pero la cafetera estaba vacía. Restos de olor a
café, de
tu saliva en mis labios y de
tu perfume en mi piel. Recuerdos de
tus besos, tus caricias y
tus "te quiero". Me borran la sonrisa, vuelvo a la habitación, y empiezo a pensar,
botellas de la noche anterior, resaca de la mañana siguiente, las sábanas de mi cama huelen a ti. Olores que se mezclan tu
café, tu
perfume, tu
piel, tú.
Y entonces es cuando sales de tu escondite, únicamente para sorprenderme, y me abrazas por la espalda, me tapas los ojos y dices
"al fin se despertó la flor más bella de todas, aquella que florece incluso en primavera, con su precioso colorido, y con su singularidad, porque eres única amor, la única para mí."
Y suavemente te quiero, y alocadamente te amo.
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