Me encantaría vivir a tres putos centímetros de ti, a veces a menos. ¿Por qué tú, por qué yo? No lo sé, fue un antojo de la vida ponerte en mi camino, un camino con muchas piedras, algunas flores y mucho por andar, mucho por tropezar y levantar. Porque cuando te vas me falta el aire, cuando estás mi cabeza pierde la razón, alteras mis sentidos, ¿no lo ves? Porque tus ojos son mi guía, mi luz cuando todo es oscuridad, mi casa está donde estás tú, solo allí logro sentirme bien, completa, solo allí logro recuperar la sonrisa de niña pequeña que tenía siempre en la cara, esa sonrisa en la que el tiempo dejó su rastro y los malos momentos sus marcas y heridas. Ahora comprendo a Bècquer con su "Por una mirada, por una sola mirada de esos ojos... No sé cómo podría yo dejar de buscarlos.", para mí que ver tu sonrisa y pasar las yemas de mis dedos por tus pálidas mejillas es la mejor medicina contra las desventuras. Ahora lo entiendo.
Un último verso he elegido: quiero estar siempre contigo.
Un último verso he elegido: quiero estar siempre contigo.
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