No sé decir que no a la última copa.

Soy así, no hay más. Los pequeños detalles son los que me componen. No creo en los milagros, tampoco creo que exista gente buena, sino gente grande. Sí que creo, por ejemplo, en el destino, y en aquellas casualidades que no lo son tanto. Me encanta ver fotos de tiempo atrás, de cuando no había problemas, de vez en cuando imagino mi futuro, y acabo pensando que el futuro ya lo viviré, lo que tengo que vivir ahora es el presente. No me gustan los finales. Amo las sonrisas ajenas, sobre todo la suya, es perfecta, me encanta hacer sonreír a la gente. Odio a la gente que odia por odiar, que no tiene razones y a la que crítica por aburrimiento en vez de mejorarse a sí mismo. Odio echar de menos, los ratos aburridos y las conversaciones que tiene todo el mundo. Soy de las que piensan que una mirada, una sonrisa y una tontería bastan para enamorar a las personas, de las que piensan que amor es una palabra muy general, existen mil millones de maneras de amar. Pienso que los besos a escondidas, los robados de unos labios sorprendidos son los mejores, me encanta el verano, y sentir el sol en mi piel. Me agobian los exámenes, me rayo fácilmente, me siento incómoda en situaciones comprometidas. Me gusta hacer pactos con sonrisas perfectas. A veces soy tonta, otras me entero de cosas de las que no me gustaría enterarme. Odio que me dejen con intriga. Soy sencilla pero complicada a la vez. No creo en los "siempre", tampoco en los "nunca". Me encantan los abrazos que se dan con el corazón, aquellos que son capaces de hacerte sonreír. Me río de cualquier tontería, siempre demasiado alto. Veo el vaso más medio lleno que medio vacío, aunque a veces sea imposible. Sí, creo que los imposibles si existen. Estoy loca, loca de atar, como una regadera, pierdo el control con facilidad, digo demasiadas tonterías, y muchas veces no pienso lo que digo.
Los pequeños detalles hacen la persona de verdad.